Mi orgullo personal!

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jueves, 12 de marzo de 2009

SK de Francisco Rivero LU5DZT

Ninguno en su sano juicio podía dejar de llegarse alguna vez por el taller de electrónica. Allí siempre éramos bien recibidos por el profesor Rivero.
El último año, solo estábamos con los lapices, muy poco de taller y menos de soldadores.
Cuando el 82 llegó a su fin, nos despedimos y cada uno enfiló para su futuro.
En mi caso, ingresé en el I.S.E.R (Instituto Superior de Enseñanza de Radiodifusión). Cada tanto, viajaba a Villa Elisa a ver que pasaba allí, en mi hogar, la escuela Técnica 10.
Todo estaba como antes. Aún los padres no le pegaban a los profesores porque el chico, su hijo no pasaba de grado. Al director se le escuchaba y atendía y a los profesores se les trataba de ud.
Lo más grave era que en el asalto del sábado anterior, un compañero había logrado el beso de ...esa, la ingrata.
Estaba yo en la planta transmisora de LR3 Radio Belgrano; cuando el ingeniero en jefe me llama. Que raro dije, quién sabe éste número?
Atendí seguro de que se trataba de un error. Yo era un simple alumno, no tenía autoridad no me conocía nadie y para colmo de males el profesor Félix Argota Salinas, no me podía ni ver.
Solo dije hola. Desde el otro lado una voz se dejó escuchar entre sollosos. Chiche, dijo el flaco Omar Walter Fernández, mi amigo, mi hermano de Villa Elisa. Se mató Rivero. Venite urgente.
No pude ni siquiera preguntar de dónde sacó el número o quién se lo pasó. En verdad, aun hoy no lo se.
Colgué el auricular y una pena punzante me perforó. Llorando solo atiné a mirarlo a otro amigo, también compañero de la secundaria. Leonardo Carlos Santos se paró y dijo. Que pasa?? fue lo único que se le ocurrió. Cuando terminé el discurso ambos llorábamos y dentro de nuestras cabezas los recuerdos pujaban por salir.
Tan mal nos vieron que nos dejaron salir, con su Dodge Polara verde, salimos cuan rápido pudimos y viajamos decenas de kilómetros hasta nuestros hogares. Luego de un baño y de calzarme el traje, con el tren como único medio de transporte, llegué a La Plata.
En la sala mortuoria había cientos de personas, todos los alumnos alos cuales él se había consagrado estábamos allí, despidiéndolo, tristes, apenados. También junto a nosotros los viejos profesores de la 10, que tampoco podían creer lo que sucedía.
Francisco Rivero, el profesor, el radioaficionado, el que tenía las cejas como cortinas, el del auto viejo y destartalado; se había arrodillado en su bañera y en un inconfundible estado de inconsciencia; con el mismo 38 Smit y Wesson que se llevó a la cordillera entre sus ropas, para defender la integridad de la patria; se voló la cabeza.
Su mejor amigo, un radioaficionado, nos dijo cual era la causa. La se y la conozco. Pero por respeto a su memoria, no voy a decirla. Él no habñia llegado a tiempo, pese a que estaba solo a kilómetros de la casa. Por radio manifestó cosas que solo un amigo podía entender. Ese mensaje que da la señal. Que abre la duda.
Tomó su auto y llegó a la casa. Todos estaba abierto, los equipos de radio encendidos y en la cocina, una revista de modas algo subida de tono, presentaba la causa de la infortunada decisión.
En el baño, yacía el viejo. Solo, ensangrentado y con los ojos muy abiertos.
A todos nos llamó la atención que la gran mayoría de los presentes en el velatorio fueren radioaficionados. A todos menos a ellos mismos. Era su amigo, su mentor, su padrino, su colega. Era en términos simples. Un buen radioaficionado.

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