Mi orgullo personal!

Mi orgullo personal!

lunes, 27 de junio de 2011

Fin de Semana Internacional de los Museos 2011

Activación del Museo de MOTOS y BICICLETAS de Cruz Grande


Por razones laborales, infinidad de veces utilizo en mis desplazamientos la ruta intercomunal
Bartolomé Jaime; que une la ciudad de La Cumbre con el poblado de Los Cocos, enclavadas ambas en el faldeo oeste de las Sierras Chicas en la porción noroeste de la provincia de Córdoba. La ruta, un serpenteante camino entre los bajíos serranos, gambetea cual jugador de futbol, entre las antiguas casonas que desde el comienzo del 1900 están allí vigilantes y vistosas.
Era enero y con la combi colmada de pasajeros ansiosos por conocer nuestras serranías, andaba yo mostrando esas maravillosas casas, que guardan para sí, una privada historia de vanidades, lujuria, dinero, renombre y personajes. Cómo Guía Turístico de la provincia, siempre me atrapo mostrar el lugar, mucho de él puedo yo decir y contar porque; como dije, mucho tiene para decirse.
Allí está la antigua residencia de la Señora Lolita Torres. El Alcázar de Sevilla, despampanante, amplia, espaciosa, rodeada de jardines y con una pileta única en la zona. También la modesta vivienda de la actriz Chela Ruíz, la mala de muchas películas. La Choza. Unos pasos más allá, el Granada, residencia otrora de Marcelo Torcuato de Alvear. Y por último un viejo chalet devenido en hostal, llamado ahora el Hostal Toledo. Casa de la familia Williams, allá por los años sesenta, cuando el vástago de ésta, Guillermo (Guy) Williams nos deleitaba a todos de niños, interpretando al Zorro de la serie creada por Wlalt Disney. Ese emblemático paladín de la justicia que junto a Bernardo, hacía más felices nuestras tardes de chocolate Toddy y tostadas con mermelada. Por cierto nunca entendí porque razón, el Sargento Demetrio López García cuando le ponía la mano encima, jamás le quitó el antifaz para enterarse, que era en realidad; el multimillonario Diego de la Vega.
Decía entonces, que andaba yo haciendo conocer esos lugares en una tórrida tarde de enero, cuando por el rabillo del ojo izquierdo, me percaté que había aparecido una nueva atracción en el camino. El Museo de Motos y Bicicletas de Cruz Grande. Abuzando de mi capacidad de improvisación; atiné a armar algún comentario sobre el lugar, si se quiere inventando muchas de las cosas que suponía, existirían dentro de ese flamante galpón.
Guiado así por el título de su reluciente cartel, armé una bonita conjugación de palabras que daban el valor real de la nueva empresa e invitaban a visitarla. Uno de los pasajeros espetó que podríamos llegarnos, pero otros, antepusieron la voluntad de llegar al complejo Aerosillas Los Cocos; la parte final de la excursión en curso. Por lo que pasé raudamente por la puerta ascendiendo por la ruta y continuando con la pormenorizada explicación de todo lo que surgía al pasar.
Cuando llegué a la playa de estacionamiento del complejo, la misma estaba colmada por vehículos dispares, pertenecientes a mis colegas. Casi no había un lugar dónde detenerse, por lo que ante la atenta mirada de mis amigos y la del encargado de playa; bajé a los pasajeros y luego de pactar una hora de encuentro. Me volví sobre mis pasos hacia el museo.
Tenía solo una hora veinte minutos para visitar el mismo, conocer sus virtudes y poder entender todo para brindarlo en otros paseos a los ocasionales pasajeros. Además y como si fuera poco, también debía hacer tres kilómetros para ir y otros tantos para volver. Y por sobre todas las cosas; quería hablar con el responsable para manifestarle la idea que me había surgido en esos minutos previos. El Grupo ECO RADIO, quería poner al aire el mismo en el mes de mayo próximo.
Llegué a la antigua casona de deslumbrante estilo inglés, y mientras aparcaba en la playa interna, me salió al encuentro un jovial muchachito, que desde su baja estatura esbozaba una cálida sonrisa. Extendiendo su mano derecha me recibió amable. Hola, bienvenido al museo. Soy Lisandro Benzi, el propietario del mismo. Adelante!!!
Como mi intención no era perder tiempo y además tampoco quería hacérselo perder a él; fui derecho al grano. Mucho gusto, soy Héctor… Guía de Turismo. Vi a la pasada que abrieron el museo y que el mismo es de Motos y Bicicletas. Como me gusta estar informado, decidí parar para ver de qué se trataba y además para hacerte una propuesta, la cual espero te interese.
Tomándome del brazo cual experto en la materia, Lisandro me invitó a conocer el interior. Someramente me dijo algunas cosas interesantes sobre el mismo y mostró, con poco disimulado orgullo, los elementos que en él se exponían. Esta moto, es de 1936, aquella de 1941. Este surtidor es de … aquel cartel corresponde al año … Este sector, está dedicado a las chapas patentes. Mira esta, es del año 1922 y la otra de 1928. Así durante algunos minutos, recorrimos las limpias instalaciones por los senderos que contorneaban las más bellas motos y bicicletas que había yo conocido hasta ahora.
En un alto de la marcha, me expresó que antes que nada, deseaba que yo pudiera conocer al menos algo del tema que el proponía, porque para él era vital que alguien relacionado con el turismo, supiera de su iniciativa privada. Todo serviría a la hora de hacer publicidad.
Pasados algunos minutos más, me invitó a sentarme en una hermosa explanada a las afuera del museo, bien en medio de la frondosa sombra de añejos eucaliptus. Las sillas me llamaron mucho la atención; yo las había visto infinidad de veces en mi niñez cuando frecuentaba los clubes y boliches del barrio. Era metálicas robustas y súper añejas. Perforado en el asiento, se leía. Cerveza SAN CARLOS. Eran según me dijo luego, de por lo menos los años 40. Y yo asentí memorioso. Cuando apenas yo mismo tenía unos diez años; ya estas cosas eran viejas en el club. ¡Cómo pasan los años!
Creo que no pude ser todo lo convincente que quise; cuando me invitó algo para tomar. Café, gaseosa, cerveza. Y negándome, le rechacé la invitación. Traté de hacerle entender que urgía el horario de regreso a buscar mis pasajeros y que solo pretendía charlar unos minutos con él. Por lo que solícito se dispuso a escucharme atentamente.
Lo primero que hice fue agradecerle la amabilidad de recibirme y luego de felicitarle por su empresa. Prometiendo hacer todo lo posible para que muchos turistas visiten el museo en lo sucesivo. Acto seguido le expliqué el tema de los radioaficionados y en que andábamos con el Grupo ECO RADIO. Su interés en la explicación, era evidente, pero además mostraba conocer al menos algo del tema. Eso me llamó la atención.
Habiendo terminado la perorata, Lisandro me informó que él y su familia tenían amigos radioaficionados y que en su casa rodante (aparcada en la misma playa que mi combi) a expensa de sus amigos, años atrás había colocado un equipo de BLU para comunicarse con su casa. La radio no le resultaba ajena y menos aún, algo raro.
Sobre la propuesta de transmitir desde su museo para el Fin de semana internacional de los museos del corriente año; desde ya estaba de acuerdo. Debería hablar con el resto de la flia., pero descontaba que no habría problemas. Después de todo dijo, todo sirve como publicidad.
Quedé con él que en breve le llevaría una nota oficial del grupo y que le haría conocer algunos particulares relacionados a la activación. Por ende, volveríamos a vernos. Pero que desde ya quedaba firme nuestra labor desde allí.
Volví a mediados de febrero, con una carpeta bastante abultada, que contenía no solo la nota, sino el reglamento de la operación, la declaratoria de interés cultural, una muestra de viejas Qsl con que se habían confirmado los comunicados el año ppdo. Y nuestras propuestas en concreto para ese evento. Me rubricó la copia de la solicitud de permiso y se quedó con todo el material que llevaba, prometiendo leerlo atentamente. No nos volveríamos a ver hasta marzo.
Cuando le visité por tercera vez, me dijo sonriendo, tal como era su costumbre, que todos en la flia. estaban orgullosos porque ECO RADIO había elegido su museo para un evento tan importante. Pautamos algunas cosas relacionadas con la impresión de las QSL y sobre el lugar a utilizar a los efectos de instalar los equipos y luego de un rato, me retiré satisfecho de haber logrado un nuevo amigo.
Hablamos un par de veces por teléfono y nos cruzamos algunos mail, con detalles ínfimos, que hacían al evento en sí. Y el 20 de mayo de 2011, muy de temprano, arribamos al museo con mi amigo Nabor LU2HNV. Con quién nos proponíamos participar de ese inigualable fin de semana de radio y museos.
Unos días antes, habiéndome embarcado en la misma excursión que me permitió conocer el museo, hice una llegada al mismo para ver dónde colocaríamos las antenas. Como estaba cerrado y sin nadie que me librara el paso; recorrí por fuera el predio, buscando puntos que permitieran sostenes, anclajes y obviamente un lugar despejado para las antenas.
Por consiguiente, cuando descargamos todas las cosas, nos dirigimos a esos lugares ya avistados, para que Nabor diera su consentimiento y punto de vista. Orgulloso me cerciore que no me había equivocado en nada, porque mi amigo estuvo desde el primer momento contento y de acuerdo con la elección de los mismos; por mi realizada.
Pocos minutos después de desparramar en el parque las antenas y sus cabos de amarre; Nabor se subió al viejo molino como si un gato fuere. Desde lo alto, me gritó para que le sacara una foto para el recuerdo, porque argumentó que con sus años, muchas otras veces no podría hacer tal proeza. Luego de la instantánea, proseguimos con la instalación de las antenas.
Para cuando el sol alcanzaba el zenit y el reloj marcaba las 11:45 hs. Habíamos terminado de colocar todo lo que quisimos y pudimos. Una V invertida para 80 metros, y otra para 40 metros fueron amarradas a la estructura del molino; mediante un ingenioso método que permitía su orientación y manejo.
Desde la metálica atalaya, extendimos algunos cabos desde dónde pendimos una V invertida para 20 metros, que estaba casi encima del lugar en dónde instalaríamos nuestros equipos. Y aprovechando un eucaliptus gigante y el cerco perimetral de una mansión vecina; amarramos una multibanda para 10, 20, 15 y 40 metros; porque preveíamos o al menos queríamos hacerlo, tener todo preparado para afrontar cualquier apertura de DX.
Cargamos los petates que sobraron y raudamente abandonamos el museo, viajando hasta la vecina La Cumbre, en dónde el canal local Canal 11 La Cumbre TV. Nos esperaba para hacernos un reportaje en vistas al evento. Antes de partir, acordamos con Lisandro que el sábado a primera hora, estaríamos allí para iniciar las operaciones.
Una vez en el Canal 11. Jorge y Claudio nos atendieron de maravillas y pronto pusieron las cámaras prontas junto a sus micrófonos; para propalar toda la información vinculada al Fin de semana Internacional de los Museos 2011. Y como quién no quiere la cosa, la entrevista se extendió por espacio de unos 20 minutos.
No habíamos terminado de salir de canal, cuando mi celular crepitaba insistentemente. Era Doña Beba, mi madre, quién desde La Falda, nos increpaba porque se le pasaban los riñones al vino blanco, que primorosamente como siempre; había preparado para esa jornada. Le dimos gas, como decimos en Córdoba al viejo R 12 que me prestaron para la ocasión y en contados minutos, arribamos a casa. Desde la puerta de calle, ya se olía el aroma inigualable del manjar de la mama.
Dimos cuenta con Nabor de un par de platos de esos memorables riñones a la vez que le sacábamos el cuero a Beto LU7HA, que se perdió el plato de marras, porque recién llegaba a la noche, en vista a su participación en el evento. Luego nos enteraríamos que de todos modos, los riñones, son una de las dos cosas que el amigo no puede comer. Le caen mal y no le gusta.
Estábamos entretenidos con el café y la charla, cuando entro el mensaje de Beto que ya había salido desde su casa en Alta Gracia, con rumbo a Cosquín. Él pondría al aire junto con José Luis LU3AJL, el Museo de Piedras Preciosas Cámin Cosquín. Así que saludamos en casa y con algo de abrigo por si las moscas, partimos hacia el sur. Llegando a Cosquín en unos 25 minutos.
Como yo mismo me había encargado de los trámites de solicitudes y todo lo demás, solo bastó anunciarme en la puerta para que desde el interior, se diera la orden de que teníamos el acceso irrestricto a todo el predio. Así que junto al inefable Nabor, otra vez nos la emprendimos con una nueva instalación de antenas. Minutos después llegó Beto con su equipaje.
Lego de los saludos y abrazos de rigor, él también bajó sus equipos y juntos, terminamos la puesta a punto del antenamiento. Nabor y yo, habíamos comprometido nuestra colaboración, para que el equipo que se encargaría de la activación del Camin; no perdiera tiempo en sábado a la mañana. Dado que José Luis llegaría recién a eso de las 08:30 Hs., proveniente desde Bs. As. Si dejábamos que ellos colocaran sus antenas; no saldrían antes del mediodía, perdiendo así valiosos momentos de propagación.
Ya caía el sol, cuando cargamos todo en el auto de Beto y luego de tomar un riquísimo café con bizcochos de grasa, servido por Don Arturo Ferraretto (propietario a la sazón) partimos esta vez hacia el norte, en dirección a La Falda.
Dado que se nos había cortado un dipolo en la instalación, nos pusimos a construir uno con los materiales que yo tenía en casa. Cosa que dejamos terminada a eso de las 22:00 Hs. Acomodamos algunos equipos en sus cajas y preparamos todo lo que necesitaríamos para emprender el desafío al otro día.
Por sugerencia de mis amigos, esa noche, mamá no preparó cena, ellos invitarían pizza para compartir la cena entre amigos. No lo dudaron un minuto, cuando se propuso la idea, también se estableció el destino del llamado por Te. Kilimanjaro. La mejor pizzería de La Falda, ahora también con sucursal el Río 4º sería quién nos proveería la sabrosa e italiana cena.
Departimos café de por medio; hasta muy entrada la madrugada, charlando de cosas y temas disímiles. Cuando el sueño nos atrapó en sus brazos, José Luis nos había informado que estaba pasando por Campana; en tanto que Roberto y toda la troupe; acababan de llegar a Villa Carlos Paz.
La mañana del sábado, se presentó notablemente fría para lo que eran los días previos, pero el sol luminoso y un diáfano cielo, invitaban a ponerse en movimiento para la pseuda expedición. Cuando el reloj marcaba las 08:30 hs. Cada uno emprendió su camino en búsqueda del museo que le había tocado en suerte activar.
Faltando cinco minutos para las nueve de la mañana de ese sábado 21 de mayo, llegamos con Nabor al Museo de Motos y Bicicletas de Cruz Grande. Lisandro nos esperaba sonriente en la puerta, con el mate en la mano. Conectamos, luego de los saludos protocolares a su hermana Pilar; todos los equipos de transmisión y salimos al ruedo. O mejor dicho, al aire desde el MU 026H. Cuando eran las 09:55 Nabor realizaba el primer QSO con LU5DKH Cristian Gabriel, que llamaba desde Temperley.
Durante toda la mañana, se sucedieron los contactos casi en forma ininterrumpida. Salvando momentos de silencio general, uno tras otro, acumulamos los QSO, tanto Nabor como yo, dado que intercambiamos posiciones en el micrófono y el mate. Muchos amigos salieron a saludarnos y felicitarnos por la tremenda participación del Grupo ECO RADIO en ese evento, dado que de 22 museos en el aire, nuestro grupo, tenía participación en 13 de ellos. Todo un logro y el orgullo para la institución.
La cosa se puso tan amena, que nos olvidamos casi por completo de almorzar. Habíamos previsto buscar algo cerca del mediodía, como para tenernos en pié; porque deberíamos guardar lugar en el estómago para la noche, en la que otra vez, Doña Beba, nos agasajaría con alguna especialidad.
Muy enfrascados estábamos hablando con los colegas por radio o departiendo con Lisandro y los ocasionales visitantes del museo; que nos sorprendimos al ver llegar a Pilar con una enorme bandeja, llena de productos caseros que pretendían mitigar el hambre. Jamón serrano, quesos varios, pan casero, aceitunas preparadas, salame de la colonia, pickles y un largo etc. Componían la espectacular bandeja. Pilar viéndonos tan asombrados, nos manifestó que había más si necesitábamos. Solo debíamos pegar el grito. ¿Más? Dijimos con Nabor.
Agradeciendo el ofrecimiento y descartando el convite de bebidas, atacamos la bandeja y sus inmejorables productos, acompañando con unos buenos mates amargos. Luego vendría el café más rico que he tomado en mi vida.
Así, llegamos hasta la noche, hablando, sacando fotos, husmeando y regocijándonos con todo lo que atesoraba el museo. Una verdadera joya enclavada en las sierras.
Siendo las 20:57 Hs. Y luego de varias decenas de QSO, di por concluida la primera jornada; luego de haber concretado el comunicado con LU5ILA/I Leticia, que desde Misiones, también activaba un museo.
Con una niebla increíble y con el frío que ya se hacía difícil de soportar; emprendimos el viaje de regreso a casa. Donde una cena reparadora nos esperaba, para ser compartida entre varios amigos, que dirían presente a la reunión del Grupo ECO RADIO.
Luego de viajar muy despacio y con cuidado por el peligro que significaba la niebla en la ruta, llegamos a casa a eso de las 21:40 hs. Unos minutos después, arribaron Beto y José Luis y más tarde, Roberto LU7HBL y Gustavo LU3HZK. Éstos últimos provenientes desde Carlos Paz, del Museo de Tractores MU 123H.
Doña Beba, nos había preparado un suculento guiso de lentejas, con todo lo que podría llevar. Carne, chorizos colorados y panceta ahumada. Así que pronto nos reunimos todos en torno a la gran mesa. La cena fue como se esperaba, motivo de beneplácito y felicidad para todos, dado que siempre es grato verse y departir con los amigos. Pero también de charlas institucionales que sirvieron para seguir organizando el grupo.
A las 01:30 Hs. Y con muchas cosas resueltas, nos despedimos para descansar hasta el otro día. Roberto y Gustavo, volvieron a Carlos Paz en donde les esperaba LU5HML Martín. José Luis, Beto y Nabor, pernoctarían en casa.
Llamativamente, el domingo se presentó cálido y húmedo; aunque soleado. Yo me levanté como a las 07:00 hs. Casi en puntillas de pié, me afeité y preparé la mesa para el desayuno con amigos. 07:30 lo hizo José Luis que salió al parque y se quedó en remera mucho rato, respirando aire puro y regocijándose con las vitas de los cerros ya en un avanzado otoño. A los pocos minutos se le sumó Nabor, quién se había dado una ducha, porque quería salir bien por radio ¿Glup…?
Cuando Beto acabó su baño matinal, nos reunimos torta de por medio a desayunar y planear el último día de operación de éste fin de semana. Cuando sonaban las 08:45 hs. Partimos raudamente otra vez hacia los museos. Tanto Beto como José Luis, saludaron y agradecieron a mamá por la recepción, dado que no volverían por la noche. Cada uno emprendería el viaje de regreso a sus hogares, al igual que el equipo de Roberto en Carlos Paz. El lunes era día laborable.
Con dos pinchadas de neumáticos y todos los problemas que ello ocasiona; arribamos pasadas las 10:00 hs. A nuestro museo. Fuimos socorridos por Lisandro quién nos buscó con su auto a unos tres quilómetros y se encargó de llevar nuestro pochado neumático a la gomería de turno. Luego de dejarnos para que iniciáramos las operaciones.
La mañana también fue atareada durante las primeras horas, dado que varios amigos nos presentaron, vía radial a los dueños de los museos huéspedes, para que podamos departir con ellos. Cosa que nos sirvió a nosotros para invitar, tal como lo habíamos hecho en el día anterior a Lisandro, para que despuntara el vicio.
Resultó que Lisandro era un proverbial orador radial y sumado eso a su vasto conocimiento en la materia de motos y bicicletas; entretuvo a más de uno brindando explicaciones e invitando a conocer su museo. Obviamente desde el otro lado, no se quedaron mudos, ya que también había ansiosos por charlar y contar sobre sus pertenencias.
Si bien los contactos se sumaban, las condiciones no era de lo mejor, por lo que en este día no se hicieron muchos más contactos que los realizados en el día anterior. A media tarde, también olvidados del almuerzo, pese a que habíamos previsto una “asadaso cordobés” del que desistimos porque nos robaría mucho tiempo; otra vez Pilar llegó con ese brebaje mágico que solo ella puede hacer. Un café que nos dejó asombrados. Había insistido varias veces en repetir la picada, porque no consideraba oportuno que estemos sin comer nada. Le hicimos entender que las famosas medialunas de la 707; que por cierto habían sobrado de la mañana anterior, nos venían de diez y por ende no habría dramas. Además, aún teníamos la carga de energías de la noche anterior, con las lentejas. Esas que la Beba había dicho. Al que le gusta las come, el que no, las deja!!!
LU4HDG Roberto, fue el último contacto que realice a las 18:44 hs. De aquel domingo. Las condiciones como dije, ya no daban para más por lo tanto no se justificaba seguir en el aire y perder la luz diurna para desarmar el antenamiento. Luego de desarmar las estaciones que habíamos utilizado ese fin de semana, un TS 450 S de Nabor y mi IC 706 MKII nos aprontamos a bajar las antenas, amparados por los tenues rayos de sol que aún se dejaban ver.
Sin mucho preámbulo y con lágrimas en los ojos, Lisandro nos invitó a tomar otro café en la hermosa Posada del Museo, lindera al lugar donde pasamos muchos hermosos momentos y para despedirse, nos regaló sendos recuerdos. A Nabor una remera con el logo oficial y la inscripción del Museo de Motos y Bicicletas de Cruz Grande y a mí, por motivos más que obvios una Gorra ídem. No pude hacerme de la remera, porque mi talle no es todo lo normal que yo quisiera., Pero será en la próxima visita, porque de seguro habrá otra.
Así, sin gloria, pero contentos y agradecidos, nos estrechamos en un postrer abrazo con este nuevo amigo; Lisando Benzi y respetuosamente le dimos un besote enorme a Pilar. Y bajo el estridente sonar de la bocina, partimos seguros de la misión había sido cumplida. Unos 225 QSO así lo atestiguan.
Era la primera vez que participaba con Nabor codo a codo en una expedición, y la experiencia fue más que satisfactoria. Su bonhomía, su calidad de persona y la complicidad en todo lo que se hace, en beneficio de la radio; hizo que pasara una agradable fin de semana, despuntando el vicio de hacer radio y representando mi amado Grupo ECO RADIO.


En la ciudad de La Falda, a los 27 días del mes de Junio de 2011-06-27

Héctor Oscar Cousillas
LU3HKA

miércoles, 25 de mayo de 2011

Homenaje a MI ABUELO ANGEL PASTURENSI. Hacedor de lo mucho o poco que soy


Aquella mañana del 25 de mayo de 1972, se había presentado notablemente luminosa y con un diáfano cielo; no muy común para esa época del año, en el sur del conurbano bonaerense.
Cuando mi madre, Beba, ingresó a la pieza para llamarme, llevaba yo unos cuantos minutos despierto remoloneando en la cama. SI bien era un día patrio y yo asistía a la escuela cursando el 4º grado, ese día en particular no teníamos actividad. La comisión de padres, cosa ya casi perdida en los establecimientos educacionales de nuestro país, ocuparía toda la jornada para instalar el nuevo sistema de calefacción. Por lo que el acto oficial se había realizado el día ppdo.
Aquel 25 de mayo, mi abuelo Ángel me había invitado a acompañarlo a un “Asado Patriótico”, que se desarrollaría en la flamante sede de la Sociedad de Fomento Lomas de Godoy, en la ciudad de Berazategui. Nuestro barrio, nuestra ciudad.
El abuelo, viejo gaucho si los hubo, había aceptado la invitación de uno de sus múltiples amigos, que a la sazón, eran parte de la comisión directiva del mencionado centro. Don Ángel, como le llamaban todos en el barrio, ya casi no podía desplazarse por sus propios medio, y cada paso provocaba en él dolores muy profundos, que si bien los aguantaba con gallardía, minaban sus ganas y voluntad de participación. Pero ese día, era especial me había dicho unas cuantas jornadas antes, cuando con mi abuela Elida hicieron efectiva la invitación. El 25 cumple años la patria! Y debía ser cierto, porque hasta lo que yo sé, mi abuelo no mentía. Es más el programa que ellos escuchan todas las noches, Un alto en la huella, también había dicho lo mismo. ¡El cumpleaños de la patria!
Solo le bastó a mamá decir Hetitorrrrrr!!! Son las 08:30 Hs. Para que yo saliera de la cama y me acicalara primorosamente en el baño de la pequeña vivienda, a solo una cuadra del lugar de encuentro patriótico.
Como era de esperar, no podía salir de la casa, y hablo del edificio, no del terreno, sin antes desayunar convenientemente. Mamá sostiene aún hoy, que el desayuno es la comida más importante del día. Pocos minutos demoré en dar cuenta del Toddy y el pan con manteca y dulce de higos, que diariamente acompañaba mí salida a la escuela. Terminado el tazón y habiendo deglutido algo más de la cuenta, me esperaba otra tarea que era cotidiana y metódica, tanto para mi madre como para papá. Limpiar y dar de comer a unas 22 aves que cada una en sus jaulitas esperaban ansiosos disfrutar del nuevo día. Mirlos, cardenales, federales, jilgueros, canarios, cabecitas negras, mixtos, etc. Se amontonaban en el inmenso galpón, al caer la tarde, para volver a sacarlos muy temprano por la mañana.
Además, terminada la faena de las jaulas, todavía quedaban cuatro jaulones de 1,5 x 2 x 3 metros, que guardaban varias centenas más de otras especies. Venerado tesoro del viejo, que pasaba horas en su compañía.
Ese día, mi viejo estaba de franco, por lo que ya tenía unas cuantas jaulas aseadas cuando me presenté en el galpón todito preparado para asistirlo. En pocos minutos quedaron todas las jaulas colgadas en torno al patio y terminada la labor; también en la pajarera.
Luego de una corrida a la esquina, al almacén de Doña Lucía; donde comprábamos el pan, me podría poner en marcha a la casa del abuelo. Para ello, pese a que la misma estaba a solo cuatro cuadras de distancia, había yo lavado y embanderado mi “bici” el día anterior, luego de hacer las tareas de la escuela. La ocasión ameritaba ese detalle de higiene.
Papá estaba preparando ya en el fondo sus palitos para encender el fuego, en el que cocinaría su especialidad, pollos a la parrilla. Así que luego de sacar la bici al patio, ingresé a la cocina en búsqueda de mamá; que tenía secretamente algo preparado para mí. Pasó un rato largo con las recomendaciones de rigor, y luego se escabulló al comedor abriendo a la pasada la puerta del frente. Yo, disimuladamente fui hasta el fondo, me despedí del viejo y monté en la bici, aún dentro de casa (cosa que por cierto, fastidiaba a mi padre).
Cuando llegué a la puerta del frente, en la calle, mi mamá salió subrepticiamente del comedor y me puso en manos una botella de Ginebra Bols, primorosamente envuelta con papel de estraza. Era el regalo para mi padrino Raúl, que ese día cumplía años. Pero dado a que las relaciones con mi padre no eran buenas, todo estaba cubierto de un marco de inaudito secreto. Si el Chule (mi viejo) se llegaba a enterar, se armaba la gorda. Tanto mamá como yo, pasaríamos por el cadalso. Típico problemas familiares en los que los chicos, pagan el mayor precio.
Partí raudamente dejándome llevar por la pendiente de la calle Parrillo, rumbo a la Paso. Allí, doblaría a la izquierda y entonces estaría lejos de la mirada escudriñadora del viejo. Libre pues para colocar la botella en el portaequipaje y así disfrutar de la mañana fresca y el viento que movería, como yo quería; la banderita Argentina colocada en un muy prolijo mástil y la decena de cintas albicelestes que pendían de la empuñadura del manubrio, regalo de la abuela Elida por mis buenas notas.
Solo pasaron unos pocos minutos, a lo sumo tres, para que llegara a la casa del tío. Pero en el camino quedaron mi felicidad, el orgullo y la argentinidad que podía yo manifestar orondo con mi engalanada bicicleta. Ah!! Me olvidaba, también quedaban como diez saludos de los vecinos que me cruzaron y con los cuales guardaba un recíproco respeto y cariño. Chau Don Querejeta, hola Don Juan; buen día Mary, como le va Doña Antonia, chau Donato. Etc. Etc. Sin olvidar el saludo de rutina al perro del barrio, Pichi, que tenía más de humano que de can. Y que nunca supimos porque; había aprendido a desperezarse como los vecinos, debajo del árbol y en la vereda, mientras saludaba con su movediza cola a quienes le daban los buenos días. Claro que también Pichi sabía además “rascarse“ a lo largo de la pared del frente de su casa; primero para el norte, apoyando su lado izquierdo y luego, volviendo, hacia el sur, con su lado derecho.
Aún no me había bajado de mi móvil “tuneado” cuando Capitán, el ovejero alemán de mis tíos, llegó a recibirme. Ladraba, jadeaba, corría y me saltaba; todo eso para demostrar el amor que me tenía. Dejé la engalanada bici delante de la cocina, apoyada en la tupidísima hiedra, que cubría todo el amplio patio de la casa. Quería que mis tíos y la abuela Socorro, la vieran y me dijeran algo.
Cuando entré a la cocina, ya el calentador Primus, tenía a la pava, bramando de alegría. La abuela “Cocoio” Socorro, me recibió con su inigualable mate de leche. Y la tía Pochi, trajinaba con un súper estofado de conejo. Bueno, en realidad, con las verduras del mismo, porque el animalito aún correteaba en el fondo, escapando de mi tío.
Luego de los saludos de rigor y las preguntas y respuestas de rutina, con la botella en la mano, me encaminé para el gallinero. Que dicho sea, era más un zoológico que un gallinero. Porque el tío Raúl poseía ahí más de una especie animal. Gallinas, conejos, pavos, patos, un chancho, pollos, etc. Correteaban entre las alambradas y otros, orondos, se bañaban en el muy limpio estanque artificial. Que además, estaba en sus orillas, totalmente poblado de un riquísimo berro. Ese que mi viejo comía engañado por mi vieja, que decía lo había comprado del Turi (el verdulero gordo del barrio) pero que en realidad se lo enviaba su hermana por medio de mi abuela. Todo una trama de Hollywood.
Cuando me vio, se dirigió hacia la puerta de ingreso al zoo, ya con un conejo gris, pendiendo de sus manos. Era muy certero él en la cacería y mucho más en las tareas de “asesinato”; la presa no sufría ni se daba cuenta de su triste final,
¿Que anda haciendo sobrino? Dijo, queriendo disimular su alegría, cosa que le salía y salió siempre mal. Vengo a saludarte por el cumpleaños, atiné a decir, atónito por el tamaño del conejo gris.
Decime tío, este es el que me gustaba a mí cuando era chiquito. Si, ¿viste como creció? Fue su única respuesta, a la vez que ponía el pasador y gritaba a Capitán que deje de husmear el conejo ya fallecido!!!
Toma tío, que la disfrutes, dije a la vez que lo abordaba con un beso y un fortísimo abrazo y le daba la botella aún envuelta; pero que a todas luces se manifestaba como única en su tipo. Oh!!! Qué buena. Gracias espetó también manifestando asombro, cosa que tampoco podía disimular.
Quédate a comer, me invitó como queriendo pasar por alto los problemas familiares en los que estaba inmerso. La tía prepara el conejo. Él sabía que la respuesta era obvia, pero siempre tenía la invitación a flor de boca para su sobrino. No tío, tengo que ir al asado en la sociedad de fomento con los abuelos. Fue la noble y real respuesta que se me ocurrió en ese momento.
Ah! Claro me dijo la Elida!! Bueno, entonces, venite con los viejos (mis abuelos) a la noche que hago el asado. Trataré pues de estar, mañana no tengo clases. Si, vení así armamos el truco y les ganamos.
Para esos momentos estábamos ya en la cocina y las mujeres rompieron en elogios para con mi bici. El tío no fue menos y también sumó lo suyo.
Como escuché el llanto de mi primito en la pieza, me llegué a verle en su cuna, a la vez que daba cuenta de otro mate de leche.
Dando los besos y saludos que la oportunidad imponía, monté en la bici y corriendo carreras con Capitán me dirigí a la puerta, donde ya estaba el tío saludando y recibiendo saludos de sus vecinos. Nos vemos dije y tomé por la vereda de ladillos rumbo a lo de los abuelos. Grité sobre el hombro derecho ¡Hola Chury! Una de la vecinas más buenas que he conocido.
Chau Edel!!!, grité a la pasada a otra vecina, que compartía con mi tía el puesto honorífico. Hola ¡Juanca! espeté al hijo que también estaba en la tarea de engalanar su bicicleta con banderitas. Al doblar la esquina, casi atropello a mi abuela Elida, que temprano como era su costumbre, concurría a saludar a su yerno. Eeehhh!!! Grito, mira si rompes el regalo del tío. Qué no era otra cosa, que otra botella, en este caso de coñac Tres Plumas. Anda “a las casas” que está el abuelo solo me indicó luego del gran beso. Y solo un minuto después hacía chirriar los frenos en la casa del abuelo.
El abuelo Ángel, era para mí y me enorgullece que aún lo sea, el ejemplo de vida, de trabajo, de gaucho, de asador, de amigo y por sobre todas las cosas, de bombero voluntario. Estaba él sentado en el porche de su casa, con las botamangas de su pantalón remangadas hasta las blancas rodillas. El sol, le pegaba con ganas en esa parte del cuerpo, y él se restregaba con ambas manos, una y otra vez, como queriendo aliviar el dolor de su avanzada artrosis. Según los médicos, producto de las semanas que se había pasado con las aguas hasta la rodilla, rescatando gente, cuando las inundaciones azolaban la ciudad; que recién despertaba.
Pelé, su gato negro y mal llevado, estaba a su lado ocupando un triángulo de sol, que alumbraba una baldosa también negra. Si no lo hubiera conocido, bien pudiera decirse que era la encarnación de esos gatos raros que tenían los reyes egipcios en sus tumbas, y que yo había visto en los libros. Pese a que conmigo no tenía lo que se dice onda, Pelé movía la cola al verme y cuando se le cantaba, se acercaba a refregarse en mis piernas, como para dejar su olor. Cosa que a Roli, mi perro, volvía loco de remate.
El abuelo me recibió con un mate amargo, cimarrón, como le gustaba identificarlo gauchescamente, a la vez que prorrumpía en las preguntas propias de todo abuelo que se precie. ¿Cómo anda la escuela?, tu papá, tu mamá, el Rubito (Rubén, mi hermano) y un larguísimo etc. También se hizo tiempo para elogiar mi bicicleta y pedirme que la entrara al fondo. Cosa que hice sin chistar, volviendo para sentarme junto a él, para saludar a tantos vecinos como los que tenía el barrio, que a esa hora pululaban de un lado a otro. Y seguir con el mate.
Intercambiamos ambos, comentarios sobre los tíos, sobre el acto del colegio y otras cosas propias de charlas “abueriles”, además tratamos concienzudamente como manejaríamos la invitación al asado del tío. Eso era una Misión Imposible, que requería mucha preparación y audacia.
Convenimos que lo mejor era hacer partícipe a mamá, para que yo pudiera conservar las orejas pegadas al cuerpo. La negra (apodo que le daba el abuelo a mamá) no tiene problemas. Pero ya sabes cómo es el Chule (apodo dado desde niño a mi padre). Avísale y digan que te quedas esta noche en casa.
Poco rato después, llego acompañada de una vecina la abuela. Se saludaron, ésta saludo al abuelo en italiano y luego siguió rumbo. Era la señora de la esquina, la Italiana de los Zapatos Grandes, una viuda que había perdido al marido y que seguía usando su calzado hasta el mismo día de su muerte.
La abuela, tal como era su costumbre, volvió a repetir lo mismo que me había dicho en la esquina, un rato antes, también pregunto por la flia. Y obviamente, quiso saber si contaba yo con el permiso de mi padre para ir con ellos al asado. Así de jodido era el Chule!!!
Seguimos con la tertulia con el abuelo, mientras el sol calentaba sus dañadas piernas, y para cuando en el barrio ya se imponía el olorcito a asado de los vecinos, la abuela llegó con un plato de queso, salame y pan. Era éste el tentempié que permitiría al abuelo, cruzar el umbral del mediodía. Ya eran casi las 11:30 hs. Y de común, el se estaría lavando las manos para almorzar. Cosas del campo ¿vio?
Dimos cuenta del plato y regamos todo con uno sorbos de vino tinto que tomamos de la vieja bota gallega, que un amigo, Don Luis Martínez, le había traído de la madre patria. El abuelo me dejaba siempre cometer esos deslices, porque decía que el hombre debe probar de todo, pero no pasarse. Claro que el omnipresente Chule, no tenía la misma opinión, pero se la aguantaba.
Cuando ya el zenit marcaba las 12 del mediodía, y luego de recargarla bota, partimos para el centro vecinal. Solo eran tres cuadras y media; pero nos demoraríamos como una media hora, dado que el abuelo no caminaba casi. Yo portaba la silla de paja, pulcramente blanqueada a la lavandina (aún la conservo en mi pieza como recuerdo) que la abuela había preparado días antes. El abuelo caminaba muy despacio con sus muletas y la abuela, cargaba la bolsita de los mandados con lo cubiertos para los tres y, obviamente, la bota de vino.
Cada más o menos una cuadra, el abuelo hacía un alto en la huella, para sentarse unos minutos en su silla, como para descansar las piernas. Luego reiniciábamos el viaje. Así con varias paradas fuimos llegando.
Desde lo bajo (la sociedad de fomento estaba en una loma muy empinada) (de ahí el nombre) se podía percatar uno del jolgorio que se estaba armando. La música folklórica, y los chicos correteando daban una idea de que nos encontraríamos. Ya cerca, a escasos metros del portón, el humo del asado, ponía de manifiesto que de comer abría y mucho. Y entre medio de los niños, el humo y la música, pude ver a varios asadores, puñal en la cintura, que dando cuenta de unos vasos de vino, charlaban animadamente.
Cuando llegamos al predio, el silencio se hizo sepulcral entre la muchedumbre asistente, mientras que en los altavoces se escuchaba el gato del veinticinco. …el sol del veinticinco, viene asomando, el sol del veinticinco viene asomando, y su luz en el plata, va reflejando…
Pronto y con absoluta calma, respeto, honor y dicha; el speaker anunció a los presentes la llegada de Don Ángel. Les pido dijo, un minuto de su atención. Quiero que todos los presentes se unan a mí en un aplauso mayúsculo, para recibir a un gran amigo y al vecino que todos sabemos, muchas veces nos dio una mano. Señoras y señores, recibamos a Don Ángel Pasturensi, vecino, bombero y mejor amigo.
El abuelo había tomado esa postura que muchas veces yo le había envidiado en sus fotos con uniforme, pretendía olvidarse del los dolores y caminada erguido y solemne. La abuela repetía angelito, mira lo que dicen de vos!! Y yo, sin creer lo que oía y veía, solo pude sonreír, cada vez que los vecinos me acariciaban la cabeza o daban palmaditas en la espalda. Ahhh! Que nieto éste, siempre al lado de su abuelo.
Desde dentro del recién pintado salón apareció sonriente Don Bianchi, un acaudalado vecino, presidente el de la comisión y a la vez, el oficiante de speaker.
Bienvenido Ángel. Gracias por aceptar la invitación. Pase aquí le tenemos preparado su lugar.
Nunca terminé de entender bien ese respeto que se tenían ambos, luego de tantos años de vecinos y amistad, aún se trataban de UD.
Nos sentamos y la gente inició un peregrinar incesante por nuestro lugarcito, cerca de la puerta. Todos nos conocíamos, todos querían saludar al abuelo y la abuela. Todos les tenían afecto y aprecio.
No recuerdo del asado o como estaba de rico, si que comí como un león hambriento junto a mis amados abuelos. Tomamos vino de la bota y como postre, deglutimos varios pastelitos de dulce de batata, cubiertos de almíbar.
Ya a los postres, el improvisado pero a la vez seguro speaker, anunció que el ballet de no sé quién, nos brindaría algunas danzas patrióticas para engalanar la velada. Pronto se escucharon los acordes de zambas, chacareras, gatos, escondidos, huellas, cuecas y no sé qué cantidad de otras danzas. Los jóvenes bailarines prolijamente ataviados con pilchas gauchas, demostraban mucho nivel, y aún mucho más amor por lo que hacían. Mis abuelos miraban absortos desde la ventana abierta, mientras yo, en complicidad con otros vecinitos, me acerqué a la improvisada pista de baile.
Los jóvenes, parecían no cansarse nunca y cada danza los encontraba en perfecta armonía y preparación. Giros, vueltas, palmas, castañetas, pañuelos, todo estaba bien coordinado y realizado en perfecta cronología. La gente aplaudía y algún vecino ya algo tomado, daba vítores o gritaba VIVA la PATRIA!!! A lo que todos respondían VIIIIIIIIIIIVA!!!!!!
Cuando me corrí para ver mejor, pasé muy cerca de la parrilla, en donde los asadores, estaban enfrascados en un gran partido de truco, mientras saciaban su sed con los helados vasos de vino. En la cercanía, un padre regañaba a su hijito porque lloraba, a la vez que su abuelo le consolaba con un helado que escondía en su mano.
Así, poco a poco, rodee la pista y quedé de espaldas a la calle Rosende, que por ese entonces junto con otras cuatro, recordaba con su nombre a tres valientes bomberos, muertos en cumplimiento del deber, a los que mi abuelo, tuvo que reconocer en la morgue, aquél aciago día en que la bola de fuego, les sorprendió en esa estación de servicio de Florencio Varela. Sus nombres eran Ramos, Parrillo (mi calle), Rosende y Antongñoli.
Desde esa posición, podía yo ver al abuelo sonriente, mirar por la ventana y disfrutar casi con los ojos llorosos. De pronto, otro vecino se acercó y le habló al oído. El abuelo lo miró y con los ojos grandes y sus bigotes exaltados, movió la cabeza negativamente. Don Zurita, el peluquero del barrio, ese que me vendía los chocolatines Jack y los horribles cigarrillos 43/70 de mi papá; en su quiosco, anexado a la pulcra peluquería, algo le decía al abuelo y éste se negaba.
Ver negarse al abuelo a algo, me resultaba por demás raro, así que entre todos los espectadores me fui corriendo hasta llegarme donde él. ¿Qué hablaba Don Zurita con mi abuelo? Disimuladamente me arrimé, con la escusa de hacerme de un sorbo de Coca. Dale Ángel, vos podes, revivamos esas cosas que llevamos dentro. Oí que el amigo, vecino, peluquero y ex policía le decía.
No, yo no puedo, no me dan las piernas, no tengo la fuerza ni el equilibrio, dio el abuelo mientras aspiraba una bocanada interminable de su apestoso Particulares 30. Color verde.
¡Cómo que no! Si es cortito, dale anímate. Volvió a decirle Don Zurita.
Para entonces la abuela se sumó a la charla, dejando para después su último pastelito. Dale Angelito, ¡dale!
¿Qué cosa tenía que dar mi abuelo? Era para ese momento la duda de estado que ocupaba mi mente y espíritu.
Al fin dijo… está bien, pero hasta donde pueda. Ni un paso más, si me caigo me mato.
Don Zurita reía socarronamente y restregando las manos, se dirigió a hablar con su vecino, amigo y además, el presidente. Algo le dijo al oído a lo que éste le respondió con ojos muy grandes y la boca abierta. Mientras movía la cabeza, también negativamente como el abuelo y se reía a todo pulmón.
¿Qué pasa abuelo? Dije pensando en que mi amado abuelo, sería confidente conmigo. Nada, fue su respuesta escuálida y casi indiferente.
Mire a la abuela esperando complacencia de ella, pero la risa la embargaba y tampoco dijo palabra. Solo me agarró de la mano y tras ella me sacó para afuera.

Quédate aquí, y espera ¡lástima que nos están las chicas! (mamá y la tía, obviamente). Hablo con otras vecinas y todas se alborotaron.
Aclarando la voz como quién quiere llamar la atención, Don Bianchi, el speaker, pidió la atención de todos los presentes, que por ese entonces aplaudían a rabiar al ballet que había terminado su actuación de momento.
Atención, atención a todos. Le quiero contar algo, escuchen. El ballet, va a bailar otra pieza más, como cierre del espectáculo; pero ahora debe cambiarse de ropa. Mientras tanto, vamos a deleitarnos con un espectáculo que no estaba en los planes de la comisión, ni de los audaces que se animarán a el.
Hace muchos años, aquí nomás, en la quinta de los Godoy, allá en el ombú grande, estos días patrios se festejaban a lo grande, tal como lo hacemos ahora. Por ese entonces, algunos jóvenes del barrio y otros no tanto, bajo la tutela de un conocido vecino, se animaban a dar sus primeros pasos en la danza folklórica. No eran lo que se dice un ballet, sino un grupo de buenos amigos, vecinos que dirigidos por Don Zurita, nos entretenían cada tanto bailando nuestras danzas. Hoy, aquí, en la sociedad de fomento están algunos de éstos amigos y vecinos y rememorando esos hermosos días, han de dejarnos unas danzas para el recuerdo.
Por favor recibamos con un aplauso gigante a: …., a …, a …, a…, a Don Ángel Pasturensi, a…, todos ellos dirigidos por el antiguo profesor Don Zurita.
Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee????? Dije yo casi horrorizado. ¿Mi abuelo bailando? ¿Está loco o tomó mucho?
Mi abuela reía y las vecinas le daban de palmas en su espalda.
Los vecinos se arremolinaron en torno de la pista y el aplauso atronó todo el barrio. Como será el estrépito, que los beodos asadores interrumpieron la partida de truco, para ponerse la boina y también acercarse a la pista.
En medio de tanto ruido, unos ocho vecinos, de los que lamentablemente no recuerdo hoy sus nombres, salieron unos tras otro tomados de la mano con su pareja. Más o menos por la mitad, apareció mi abuelo y el estrépito volvió a ser ensordecedor. Cojeando, casi sin poder dar dos pasos seguidos, ahí estaba el abuelo, mi abuelo, sonriendo y a la vez serio.
No recuerdo que bailaron o si acaso lo hicieron bien. Tanto era el entusiasmo que tampoco importaba de seguro a los presentes. Solo sé que casi no pude verle, porque uno tras otro sus vecinos se movían de un lado a otro para enfocar mejor en sus retinas a esos viejos que bailaban.
Entre tanto barullo, la abuela me asió del brazo y llorando me dijo que le alcanzara la silla al abuelo, por lo que corrí presto al salón, en contra a lo que hacían las mujeres de la comisión de damas, que preparaban ya la rifa pro jardín de infantes, cortando tortas donadas. Y dejando todo por terminar presurosas querían ver el espectáculo.
No debo haber tardado más de dos minutos en volver, pero mi abuelo estaba ahí, parado sostenido por varios vecinos que le sonreían y aplaudían al unísono. Bravo Don Ángel, otra Angelito, era lo que pude escuchar.
Acariciándome la cabeza y lloroso (y que conste que fue la única vez que le vi lágrimas) el abuelo, mi abuelo agarró la silla y se sentó para poder ver el final de la actuación de sus viejos compañeros.
Luego cuando lo estridente del aplauso, dio lugar a la música del Pericón Nacional, con que el ballet se despediría; Don Zurita se acercó a mi abuelo y ambos rompieron sus pechos en un fortísimo abrazo.
Han pasado ya treinta y ocho años, y sin embargo, recuerdo vívidamente ese momento. Mi abuelo nos abandonó terrenalmente el dos de junio de 1977; justo el día del Bombero Voluntario. Su día. Posteriormente también sería mi día. Pero esa experiencia me marcaría de por vida.
Terminada que fue la patriótica jornada, los saludos y el mate ocuparon su lugar. Cuando ya la tarde daba paso a los primeros reflejos rojizos del atardecer, nos fuimos para …las casas… como decía el abuelo.
Mi abuela y yo, caminamos barranca a bajo, acompañadas por las vecinas más afines. El abuelo, fue conducido prestamente por su amigo y vecino Don Bianchi en ese auto que a todos dejaba maravillados. Un Chevrolet 400 de color beige claro, casi amarillo, con techo vinílico negro.
Las chismosas vecinas, no me dieron, sino hasta que llegamos a la esquina de Don De Filippo, la oportunidad de hablar con la abuela. Y ésta, aún radiante, solo me pudo decir ¿viste que lindo bailo Angelito?
Lindo, lindo, noooooooooooooo hermoso dije, a la vez que pateaba una latita de tomate que la semana anterior había marcado el arco en un improvisado partido de futbol, en el campito cuadrado de la esquina.
Encontrarme con mi abuelo en la casa, fue algo hermoso. Él como si cualquier cosa, solo se preocupó por poner el agua para el mate, y pedirme que lo aprontara. Yo tenía miles de preguntas que hacerle, pero parecía que a él eso no le importaba. Con sus muletas caminó hacia el baño y cerró la puerta, la abuela colocó la lechera sobre otra hornalla y puso a hervir su leche. Pelé el gato negro azabache, ronroneaba en la ventana pidiendo su bofe.
Confundido y esperanzado, preparé el calabacita negro para los amargos. Me senté en la mesa y solo atiné a esperar.
Pasó un largo rato, hasta que el abuelo salió del baño y pesadamente se sentó conmigo en la punta de la mesa. Mientras le alcanzaba el mate, le espeté. Abu, ¿vos bailas? No, fue la respuesta, bailaba hace mucho, cuando tu mamá ni siquiera estaba de novio.
Ah! decile que las chicas también bailaban, decile, gritó la abuela desde la cocina, casi atragantada comiendo su marroco de pan, mojado en la leche, blanca cual nieve.
Si, la negra, la Pochi (mamá y la tía) y yo hace mucho bailábamos con Zurita. Estaba también el chico Garay, Vicente De Filippo, y otros (que no recuerdo yo, en este momento) era algo lindo, solo para esas fiestas que se hacían en el ombú, nada serio, pero era lindo, vaya si era lindo.
Espérate, gritó la abuela que por ese entonces, estaba en la gran pileta de lavar la ropa, cortando el bofe para Pelé.
Dejó al gato pagando y salió para la pieza de las chicas (mamá y la tía) y desde ahí vino con una foto casi sepia que me puso ante la nariz. Ahí las tenes. También está el abuelo.
La foto en cuestión, mostraba a tres parejas finamente ataviadas, las mujeres de blanco, los hombres de negro, sentados solemnemente en una de las grandísimas raíces del viejo ombú, del que hice mención. Este árbol, en el cual yo jugué varias veces, había sido testigo de muchas historias, una de ellas, involucraba a gran parte de mi familia. Y porque no decirlo, signaría mi destino de artista.
No sé de qué más hablamos esa tardecita, solo recuerdo que en medio de la charla, una bocina rompió el apacible y ameno hablar de mi abuelo. Era el tío Toto, hermano de mi padrino, que venía en su Fiat 600 a buscarle al abuelo, para llevarlo al asado. Yo le decía tío, solo por respeto y creo que use esa palabra muy pocas veces, porque era tan afable, tan bueno y cariñoso que le cabía mejor, solo Toto.
Así partieron el Toto con mi abuelo, mientras la abuela cerraba la casa, y yo subía a la bici nuevamente para ir a pedir permiso a casa, para quedarme esa noche de los abuelos. Claro que previamente había guiñado el ojo a mamá, sumándola al contubernio que garantizaba mi cena en lo del padrino.
Ni bien se dijeron las palabras mágicas; si anda, salí corriendo de casa para volar como loco calle abajo, hacia la casa de la tía Pochi.
Cuando llegué, la cosa estaba empezando. En el fondo el tío Raúl, mi primo Emilio, el Toto y Don Ferrari, daban cuenta a una morcilla fría. El abuelo sentado en una silla jugueteaba con su flamante bisnieta, mientras en la cocina todo era risa y chismes.
Pasé como una tromba por al lado de otros parientes y me planté frente a mi tía. Ella se reía con los cachetes colorados y abrazándome me dijo, casi preguntando ¿así que viste bailar al abuelo?
Solo pude decir si, cuando ella había desaparecido.
Le seguí de cerca, hasta la verdadera cocina, un techado a solo metros de la casa, donde estaba la Volcán. Una hermosa obra de ingeniería; que engullendo querosene, generaba más calor que el quinto fuego del averno. En ese pequeño reducto, sin puerta, sin comodidades, mi tía tenía sus cosas para hacer buena comida. La cocina, o mejor dicho el lugar físico que tenía la casa para tal fin, casi no se usaba para esos menesteres. Las más de las veces, mi primo ocupaba el espacio, con su moisés o la abuela Socorro con su cosas. Solo el crudo invierno cobijaba las cacerolas ahí, cerca del comedor.
Esa cocina verde, con varios mecheros, está presente en mí a cada momento. Es una de las cosas que me acompañaran de por vida, como un callo en mi corazón.
La tía había llevado una gran olla llena de papas peladas y agua. Era para hacer la famosa ensalada de papas y huevos duros, que yo anhelaba. La puso sobre una larga llama y secándose las manos en el delantal, me agarró de la mano tirando de mí hasta su pieza.
De una desvencijada caja de cartón, símil cuero, extrajo una foto, también sepia. Mira, me dijo, esa soy yo, esa la negra, éste es el abuelo y este es. Si ya se, le interrumpí el de Garay…
¿Cómo sabes eso vos? Me inquirió.
Porque la abuela me mostró la misma foto recién en la casa.
Al parecer, ese era un tesoro que yo no había conocido, pero de alto valor en la familia. Y tan valioso era, que al otro día mi madre también me mostró la misma imagen.
La reunión de cumpleaños transcurrió como era de esperar, de la mejor manera, se comió, se bebió y obviamente jugamos al truco. Deporte si se quiere, predilecto de mis padrinos y sus ocasionales invitados.
Toda la velada había yo estado pensando en esos pocos pasos de danza que había visto dar a mi abuelo esa tarde y no podía sacarlos de mi cabeza. Había en todo eso algo más profundo que un simple baile. Creo que se trataba de argentinidad y amor por lo nuestro.
Ese día, aquel niño que fui, decidió que en el futuro bailaría. No sabía cómo, ni donde ni con quién; pero bailaría como mi abuelo.
Pasaron más años de los que esperaba, pero las cosas de la vida me llevaron por otros rumbos y actividades que me mantuvieron lejos de la danza folklórica; si bien siempre fui un agraciado para todo tipo de baile.
Cierto día, ya rondando el 82, en una tarde de lluvia y mate en la casa de mi amigo Omar Walter Fernández, salió el tema de las danzas y los bailes de nuestra tierra. Omar, el Flaco, era a la sazón, profesor de danzas pero no ejercía. Estábamos reunidos matando las horas libres del cole, con un nutrido grupo de compañeros. Nadie sabía de danzas ni gustaba de ellas, no siendo yo.
El Flaco, no dudó y me dijo que podía enseñarnos a todos lo más rudimental, en pocos minutos y como no puede ser de otra manera; aquella turba de jovenzuelos, aceptamos el desafío.
Corrimos en un santiamén los sillones de Doña Teresa y pronto el living se convirtió en una pista hecha y derecha. Mientras Los Chalchaleros, Los Cantores del Alba y Los Hermanos Abalos nos dedicaban su música desde el disco de vinilo, nosotros hacíamos los primeros amagues para convertirnos en émulos del Chúcaro.
Nunca podré olvidarme lo feliz que estaba en haber aprendido esos pasos, en bailar por primera vez un gato, una chacarera. Eso era el acabose y nosotros, porque todos estábamos emocionados; no podíamos creer que fuera tan fácil.
Otra vez la vida y los años, hicieron que todo cayera en el olvido y otras actividades se cruzaran en mi rumbo. Nuevamente muchos años pasaron hasta que llegó el gran día en que me incorporé a las filas del Ballet José Hernández de mi ciudad y pude; ahora sí. Despuntar el tan ansiado vicio de bailar.
De eso, hablaré otro día, pero solo voy a agregar para cumplir con este relato, que la danza me llevó a Cuba, a Chile y Perú. Y a mi ballet, a demás a España, Suiza, Italia y Francia. Que no es poca cosa si pensamos en la poca importancia que tiene nuestra cultura en el país.
De bailarían a radioaficionado, de radioaficionado a afecto a las narraciones. Lo cierto es que mi amado abuelo Angel Pasturensi; el viejo bueno, el hombre agradable, cariñoso, bombero voluntario, plomero y bicicletero. Se merecía este reconocimiento de mi parte.
Solo he pedido a Dios, que le haya permitido a él, verme lucir mi gallardo uniforme de Bombero Voluntario y que allá lejos en lo alto del cielo; también pudiera marcar el ritmo con sus atormentadas piernas, cuando una zamba, una jota o una chacarera me hacía bailar en los más diversos escenarios.
Mi vida está íntima y afectivamente relacionada con el abuelo Angel. Me dejó solo en lo mejor de sus años, pero sé que dejó de sufrir esos dolores que hoy me están comenzando a afectar a mí, con solo 48 años. Desde mis 13 años entonces ha hoy, cada día tengo para él un hermoso recuerdo y todo mi amor. Las cosas que más he querido en mi vida, me las dio él. Mi madre, los bomberos y la danza. Quiera el buen Dios que yo, pueda dejar la misma herencia a alguien.
Con todo el afecto y cariño hacia Uds. Culmino aquí la narración de una parte de mi vida, que no es otra que la razón de ese documento que se llamó DANZAS DEL BICENTENARIO. Pero antes de firmar al pié, debo agradecer además la invalorable y destacada participación y ayuda de todos los miembros del Grupo ECO RADIO; en la concreción de este evento que ha sido un verdadero éxito. En especial a Roberto Rene Lucich LU7HBL y Norberto Cesar Del Villar LU7HA; porque sin ellos hubiera sido materialmente imposible concretar el sueño y ver plasmado en la actividad este anhelo.
Que Dios les bendiga grandemente.
Héctor Oscar Cousillas LU3HKA

miércoles, 13 de abril de 2011

Expedición a la BALIZA CHICA ARG 083

La Expedición a la
BALIZA CHICA
ARG: 083


Bueno, bueno resulta que con la emoción casi me olvido de hacer una raconto de todo lo maravilloso que pasó en esta salida.
Resulta que durante todos estos días otros prolegómenos
Me han mantenido ocupado y solo el alerta dado por nuestro amigo, y responsable de la imagen digital del grupo Beto LU7HA; me hizo poner las manos en movimiento. Contas tantas cosas y esto lo dejas de lado, dijo casi acusador.
Todo inició hace unos meses, allá por el mes de marzo ppdo. Una noche, casi sin quererlo di con otro amigo LU8DRA Abel, con quién hablamos sobre su participación en la activación de los faros y la mía. Con Abel, contamos historias nos reímos con las anécdotas y soñamos un rato. Luego nos fuimos a dormir plácidamente.
Al otro día mientras desayunaba, se me prendió la lamparita y me dije. Que tal si vamos a un faro en agosto y le decimos al Abel, que es parte del grupo. Así que por la tarde le envié un mail para ponerle sobre aviso.
…Queridísimo Abel: bla, bla, bla, bla resulta que bla, bla y por eso, más bla. Me encantaría que gestiones tú la activación de un faro cerca de tu zona. Fin de los bla.

Como no podía ser de otro modo; a las horas un llamado por te. me puso al corriente que los preparativos estaban ya encaminados. Siguieron algunos mail y por último, meses de espera.
La cuestión fue que quedamos en ir a la Baliza Chica. Dato no menor, dado que para lograrlos entre otras cosas, había que acceder a la autorización de varias personas, algunas de ellas en los estamentos militares navales de nuestra patria. Acordamos entonces, que no diríamos nada, para que no se alborote el grupo, que para ese momento, estaba trabajando el 2º Certificado Gigante Fierros Cordobeses.
Siguieron pasando los meses y se aproximaba el gran día. En el encuentro realizado en La Falda, con los ganadores del concurso, dimos la sorpresa. Como habrá sido la conmoción, que varios ya se sumaron. Así arrancó la cosa y por ende siguió.
Nos separaban poco más de diez días desde la despedida en La Falda, hasta la llegada a la baliza. Todo era desafío y organización.
Abel, siempre atento, accedió a coordinar todos los esfuerzos para la activación, dado que yo seguía tapado con cosas propias del grupo y los certificados.
El mail, los llamados por te., el uso del Skype, todo sirvió para poder arreglar las cosas e ir tranquilos.
La primera gran noticia, fue que se sumaba Juan LU7DJH, Laura LU6DAI, Roberto LU7HBL y su primo, un muchacho que es radioaficionado pero con poca experiencia (dijo su primo como atajando el malón que preguntaba) Se trata de Gustavo LU3HGA. También LU8DRA y yo. Por lo menos teníamos un equipo.
Pronto, cada uno puso lo que tenía para organizar y bajo la tutela de Abel, fuimos acopiando al menos por la web, todos los elementos. Estaban la autorizaciones, los pases, las carpas el lugar, todo prolijito y con tiempo.
Roberto me llama el fin de semana anterior y me dice algo que ya presagiaba el éxito del viaje.
…Viejito (sabe que me revienta esa modalidad)… que te parece si nosotros desde Marcos Juárez (su ciudad) salimos el miércoles a la noche. Viajamos tranquilos, llegamos el jueves, le damos una mano al Abel y vemos de tener todo listo para ir el viernes hasta la baliza.
Pucha dije, que interesante es la cosa. Pero tenemos un drama. ¿Dónde hemos de dormir esa noche del jueves? Así que le llamé a Abel, para consultarlo.
No te hagas drama. Ya tenía pensado y preparado todo (dijo sin aspaviento). Resulta que está disponible la casa de mi padre, así que solo vengan. Lo otro está.
Ni que decir que salimos como acordamos con Roberto el mismo miércoles. Por lo que yo me tuve que ir desde La Falda el martes a la noche en un Urquiza. Digan que soy chofer y algunos colegas me conocen, así que nadie objetó el volumen y peso de los equipajes. Claro que me costó $ 10.- de propina para el maletero zonal, porque me miró y me preguntó si creía que era un “Negro Africano”. No que va… dije sacando la platita. ¿Qué Africano?
¿No sos de La Falda acaso?
Llegué a Marcos Juárez a la 01:30 de la madrugada. En el parador estaba Roberto con su auto esperando. Me llevó a su casa y mientras tomamos un café acordamos como nos organizaríamos para el día que ya estaba próximo. Vos…!!! Dijo Roberto estás en tu casa. Mañana haces la comida al mediodía. Te vas al laboratorio (el garage bahhhh) y sacas todo lo que hace falta. Pero… no te olvides de la comida!!!
Bueno, demás está decir que me levanté cerca de las 08:30 tome unos mates, comencé a acopiar las cosas y obviamente preparé el almuerzo. Comimos un suculento guiso de fideos.
Para la última hora de la tarde, nos fuimos hasta el súper y compramos algunas vituallas que nos harían falta en la expedición. Pocas, lo más importante, sería adquirido en Punta Alta.
Faltaba poco menos de cinco minutos para las 20:00 hs. Cuando llegó el llamado por radio de Gustavo. Estaba ya en camino y listo para que al llegar carguemos las cosas que teníamos previstas. A eso de las 20:10 arribó rebosante de felicidad y con una sonrisa propia de niño con juguete nuevo. Ni bien se bajó de la chata, me agarró del brazo y llevándome dentro me hizo una pregunta que no hacía más que denotar el tipo de persona que él era.
Mira, dijo en un tono amistoso pero a la vez casi vergonzoso. Yo estoy todo el día de bombachas (de gaucho claro) y así me siento cómodo y feliz. ¿Te parece mal que vaya así vestido? Porque no quiero que el grupo se afecte por algo que yo haga.
Vos estás de la nuca, dije casi sin salir del asombro. Que problema tiene que vayas así vestido. Mientras me agachaba sobre mi bolso y le mostraba que en el había una prenda idéntica a la que Gustavo lucía. Sucede que yo soy medio…rarito viste?? Así que como me gusta estar tranquilo con la ropa, la llevo para el viaje de vuelta. Ahora me voy con esto (mostrándole el arruinado pantalón que lucía) que es de batalla así no me hago dramas por el roce o las manchas que puedan ocurrir en el viaje. Vos anda cómodo y como quieras. El grupo es un núcleo de amigos que hacen radio, no criticamos la indumentaria.
Cargadas que fueron las cosas; y luego de esperar a mi hermano Roberto que se bañara (parece que la adorable esposa no lo dejaba irse así nomás); nos despedimos de sus hijos, uno de ellos con cara triste porque le hubiera encantado acompañarnos ya que es parte del equipo Martín LU5HML, del presidente del Radio Club Marcos Juárez y de Bety la esposa.
Llevo manejando unos 34 años de mi vida, así que al momento de salir me di cuenta la calidad no solo de persona, sino de chofer que era Gustavo. Por eso y sin miramientos, me quedé tranquilo y con intenciones de dormir un rato; más tarde. Eran entonces las 21:15 del día miércoles 12 de agosto de 2009.
El viaje fue placentero y tranquilo. La ruta estaba totalmente despejada y quienes viajaban por ella, lo hacían con prudencia y decoro. Gustavo, mientras escuchaba la charla de Roberto se percataba el tipo de gente que iríamos a encontrar. Yo, en cambio, renegaba en el asiento posterior para poder dormir un rato y acomodar mi maltrecha espalda en el lugar que mis dos amigos habían dejado libre luego del acomodo.
¡A la vuelta no me agarran! ¡Yo acomodo todo solito! Y ellos que ceben mate. Pensé a la vez que manoteaba una porción de pizza que la adorable Bety nos había preparado. Como se ve que la chica es LU (LU4FRB), porque conoce todos los requisitos para un buen viaje. Lo cierto es que en ese lapso de tiempo, no puede pegar un ojo. Mi inefable amigo Roberto hablaba y hablaba (tanto que no pude poner bocado) del grupo, de la expedición, de su alegría y que se yo de cuantas cosas más. Estaba realmente desaforado y con una alegría que contagiaba a quienes le acompañábamos en el viaje.
Ya entrada la madrugada logré, luego de unos mates, conciliar el sueño por unos minutos. Primero traté de que si me hablaban no responder, así no me enganchaban, luego encontré de lugar justo y me acomodé.
Solo habían transcurrido algunos minutos cuando Gustavo sentenció que pararía para bajáramos al baño, cargáramos agua caliente y; obviamente para distendernos un poco. La tarea solo demandó unos 15 minutos, por lo que rápidamente salimos otra vez a la ruta. Viendo mi cara de dolor y los ojos lagañosos por no dormir, Roberto me pidió que pasare adelante para que le de charla a Gustavo mientras él, dormía.
Me acomodé lo mejor que pude y entable una pequeña e inconclusa charla. Creo que a solo unos kilómetros ya roncaba de lo lindo; porque entre sueños escuché que los compañeros de viaje, reían.
No se cuanto tiempo pasó desde la dormitada hasta que en CASBAS, nos detuvo la Policía Bonaerense. Era un control de rutina; pero llamaba mucho la atención que tres individuos con una chata re cargada de cachivaches deambularan solos por la ruta 33 a esa hora. Nos trataron amigablemente y con respeto. Mucho más cuando al consultar sobre nuestro destino; les dijimos la razón del viaje. Aprovechamos la oportunidad para hacer unos cuantos “pis” y cargamos combustible. A los pocos minutos, ya estábamos nuevamente en camino.
El sueño pudo ahora con dos de los viajeros (menos mal) así que tanto Roberto como yo nos entregamos a los brazos de Morfeo. Mientras tanto Gustavo marchaba firme, seguro y totalmente despierto.
Según me critican, pasó algo así como dos horas, hasta que me desperté por las exclamaciones de Roberto. Se hallaba llamando por las repetidoras locales a ver quién nos escuchaba y respondía. Bahía Blanca se encontraba a uno 48 km. Y Punta Alta, a solo 70.
Con los datos precisos que Abel nos había facilitado; no me fue difícil hallar su hermosa morada. Pero el horario se nos antojó imprudente (vaya a saber que hacía en esos momentos el amigo) así que nos apoltronamos en las butacas, para dormir estacionados en la placita cercana.
Como un reloj Suizo, los esfínteres me avisaron que debía buscar un arbolito; así como hace mi perro Facundo. Me baje sigilosamente y busque en las cercanías. El resplandor desde el Este, avisaba a voces que Febo estaba preparando su aparición; así que decidido me dedique a husmear por allí. Cuando volví a la camioneta, mis camaradas estaban ya despabilados y por la repetidora se oía un chasquido de PTT. Solo segundos después, salio Abel (LU8DRA). Quién nos estaba esperando y que casi no había dormido (¡No preguntamos la causa!). Como para tranquilizarlo, le espeté que estábamos en la puerta, así que calentara el agua. El se asomó y vio que no era verdad. Creyó que nos habíamos equivocado con un vecino y salió raudo a buscarnos. Para ese entonces, nosotros iniciábamos la marcha y se desesperó al vernos girar hacia otro lado. Tal era la desesperación del hermano, que corrió valerosamente handy mano, gritando para que aguardásemos. Tan sacado estaba, que aterrizó extremadamente mal en las lozas de la vereda; provocando un espectacular y risorio revolcón.
Cuando nos alcanzó, nos adelantó antes de preguntar nosotros; que esa era la manera de recibir a sus hermanos amigos??? (glup…). Un verdadero formalismo.
Entramos al comedor y ya se sabía que el señor se iría de expedición. Menos el asado, todo estaba ahí esperando ser cargado. Puso a calentar el agua para el mate, a la vez que con una larga lista iniciaba el chequeo de los materiales dispuestos.
Solo tres minutos más tarde, llegó nuestra amiga Laura (LU6DAI). Bajó la escalera cual Mirtha Legrand. Su sonrisa nos hizo aún más confortable la llegada. Rompió en besos y abrazos para con nosotros y aprontó un riquísimo café con leche y alfajorcitos de maicena.
Estuve tentado a preguntarle en confianza, cual era la razón de que su hermosa cabellera azabache (como los ojos de Platero) estuviera mojada. Siendo que no había llovido esa noche. Roberto, atento a mis suspicacias me dijo por lo bajo. Pasa que vos no sos casado… uno cuando se va de viaje… viste? Ahhhh!!! Claro, dije atónito (aún no he entendido).
Que bueno estaban los alfajorcitos!!! Y eso que MI amiga había preparado galletitas de salvado y gluten para mi régimen. Toda una atención. ¡Pobre de ella!
Habíamos dado cuenta del desayuno cuando se abrió una puerta y salió por ella una cosita hermosa. Nos miraba con ojos grandes y una sonrisa cálida y pícara a la vez. Hola dijo (bueno, la mamá dijo ¡cheeee!) soy Agustín. Resultó que venía a ser el nieto menor de nuestros amigos Laura y Abel. Su mamá Anabella, nos saludó también cálidamente dando la bienvenida en representación de ambos.
Laura, en ese momento, salio disparada a la cocina. Parecía que algo se quemaba. No habían pasado tres segundos y volvió con un repasador inmenso. Gustavo, Roberto y yo, nos miramos como criticando el descuido de haber volcado algo. Pero no, no era para nosotros. Se lo colocó a Abel en torno al cuello y nos explicó que era para que la “baba” no manchase la ropa para la expedición. ¡Toma para vos!
Luego de una larga risotada y las lágrimas aflorando en los ojos por la chanza; se me ocurrió, además de comer otro alfajorcito, pedirle a Anabella que me prestase a su precioso hijo. Ella sonriente me lo pasó y el muy pancho estudió al gordo personaje. Todos apostaron al puchero, pero el tío Héctor a la felicidad. Largo rato pasó Agustín a upa mía; hasta que su mamá le comunicó que estaba la MEMA. Cuando lo llevaba a la cocina, el niño aún escudriñaba a los visitantes para ver que hacían con el abuelo.
Abel pronto sentenció que bajáramos las cosas de la chata, dejando esta libre para ir al centro y continuar con las tareas previstas. Acordamos hacerle caso y manoteando los alfajorcitos que restaban, salimos al soleado día.
Tan pronto como habíamos bajado todo, partimos para el centro. Allí luego de un trámite de rutina, encaramos a la Base Naval de Puerto Belgrano. Abel no explicó que íbamos a la Baliza Chica, porque los muchachos de infantería nos esperaban.
Luego de la acreditaciones de rigor, entramos a los feudos militares y desandamos los casi 8 km. que separan la puerta con el asentamiento del Batallón de Infantería de Marina “Baterías” Allí nos recibió el Cabo Principal Miguele, quién nos presentó a su superior. El Capitán salió presto a la bienvenida y nos aclaro de antemano, que todo lo que necesitásemos o quisiéramos, se lo hagamos saber. Encomendó a su subalterno que nos acompañara hasta la locación de la baliza y arreglara con nos, sobre los particulares respectivos.
Diligentemente el Cabo Principal nos dio directivas y salimos tras él rumbo a la zona cercana al mar. Anduvimos otros 9 km. creo, hasta que llegamos a una tranquera; la cual nos aclaró, mañana estará abierta para Uds. Cruzamos la misma y caminando unos trescientos metros, arribamos a la zona medanosa donde por primera vez, divisamos el mar.
Abel nos había adelantado que para él, la llegada al mismo pié de la señal luminosa; no sería factible. El camino estaba en mal estado y la arena muy suelta. Ni bien hicimos unos cien metros por la fina arena, nuestras piernas se enterraron hasta el tobillo. La Baliza Chica estaba a solo 486 metros de nosotros; pero se nos antojaba inalcanzable. El Cabo Ppal. Miguele, pronto nos aclaró que si queríamos un camión pesado o un jeep de la fuerza, lo traía así podíamos llegar a ella. Nos miramos con nuestro líder y concebimos la idea de que eso no era realmente necesario. De todos modos la distancia era la permitida y el alcance visual, superaba lo reglamentado por las normas de las activaciones de faros.
Siguiendo las sugerencias del infante, accedimos a instalar el campamento al reparo de una vieja construcción en la que existía, otrora, una guardia avanzada.
Se nos explicó que mañana a las 0800 (las ocho bahh!!) un destacamento a su mando erigiría las carpas y todo lo necesario para el cómodo y seguro campamento. Dicho esto, nos volvimos a la base.
Acordamos según lo hablado por Abel con la superioridad que a las 10:00 hs. Ingresaríamos al predio y nos instalaríamos para el pernocte y la transmisión. Saludamos, agradecimos y nos volvimos a la casa de nuestro amigo, coordinador y líder de la expedición a la Baliza Chica.
No habíamos pasado el último control, cuando un atronador llamado radial nos alertó. Abel gritó “zafarrancho” y supusimos que un golpe de estado se avecinaba. Él tenía la experiencia dado que toda su vida se desempeñó en nuestra gloriosa Armada Argentina. Yo miraba por las ventanas a la vez que maldecía no haber traído el casco. Gustavo se lamentaba por la chata si caían las bombas y Roberto solo dijo ¡Epa! ¿Qué pasa con la Almirante? Recién ahí nos dimos cuenta que la llamada provenía de LU6DAI y que Laura nos hacia saber que las “milangas” estaban listas en la mesa.
Solo dijo eso. Su voz no era de esas que se pueden contradecir. Además, según Roberto era LA ALMIRANTE. Solo luego de un rato preguntó con su típica voz sensual ¿Qué alguien le pregunte a Héctor si puede comer puré? ¿O le hago un zapallito hervido? Andaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!
Llegamos a la casa, nos higienizamos y luego de darle un besote a Agustín que ya había probado el almuerzo, comimos entre verdaderos amigos.
Obviamente había yo pedido perdón y me olvide del régimen. Así que a punta de cuchillo pelee con mis secuaces y compañeros, para lograr una mila más.
Luego vino el postre, el café y la distendida charla. Más tarde, los mates y nuevamente el relevamiento de las cosas por llevar.
Juntos hicimos una larga lista de materiales y equipos, para presentar a las autoridades de la base, con la intención de poder volver a salir con ellos. Volvimos a tomar mate y luego nos fuimos en búsqueda de los mástiles de campaña. Uno de ellos provisto por el amigo y colega Gustavo Alfieri LU6DNT y el otro por el Radio Club Punta Alta LU6DG.
Con todo cargado, rumbeamos para el hiper, donde compraríamos las cosas del rancho ¿Cómo, no teníamos cuatro carpas militares? Dije a media voz, preocupado por tener que construir un rancho en la arena; pero nadie respondió nada.
Entramos muy campantes al mega mercado, y el líder nos llevó a la zona más importante. La vinería. Hagamos la cuenta dijo. Tenemos cinco comidas. Yo tomo un poquito, Juan (que aún no llegaba) casi no toma. ¿Vos tomas mucho? NOOOO, dijo Gustavo, yo casi nada espetó Roberto. Ah! Yo si tomo, dije como para no quedar muerto en la arena deshidratado.
Bien, que les parece si llevamos ocho botellas de ¾ hay un Michel Torino barato. Listo se escucho desde atrás de vacío carrito. Pese a que sabía que se prestaría a broma, metí un bocadito diciendo. ¿Llevamos unas sodas? Como se abalanzaron sobre mi, me apresure a explicar que era para los remedios. Ahhh, entonces carga dos!!!!
Gustavo distraído y errante, preguntó por la carnicería. Así que viajamos por la nave norte, hasta el bendito lugar y atacamos al vendedor. Queremos un asadito para los amigos, algo de costilla, algo de vacío, unos choris, un poco de matambre, un chorizo de luto (morcilla bahh!) y ahí nomás. El calvo hombretón, inició la faena con el corte de un costillar hermoso, 3,650 kgs. Dijo mirando al Abel. Cortó vacío y percibió que debía poner el otro pedazo, no ese. 2,720 dijo casi asustado. Unos chori por favor agregó Roberto, ¿Cuántos? Diez más o menos. Ah no se olvide la morcilla. Lleva poco de eso, atreví a decir,…es que tiene harina viste???
Seis kilos ochocientos ochenta gramos, sentenció el carnicero. Buen asado y lindo grupo. Son como doce no es cierto. NO, dijo Abel, somos nosotros y Juan, que aún no llegó. Cuando salíamos del sector escuché por lo bajo ¡Que ispa más generoso!
Ya casi teníamos todo, pero entonces nuestro líder cayó en cuenta de algo (claro, para eso es el líder) Che! No trajimos a Fernando. Yo creía que era el otro nieto de él, que quizá quería ir a los juegos o algo por el estilo.
No bola, dijo mi amigo. El Fernando, como dicen Uds. allá en Córdoba al Fernet. Ahh!!! Así pues si.
Un Branca y cinco litros de Coke. Bueno, bueno ahora creo que tenemos todo. Claro ya el bueno de Gustavo había traído el arroz que no se pasa y los pimientos. Roberto, místico si se quiere pregunto Che ¿llevamos unas galletitas? Laura hizo torta, fue la única respuesta.
Salimos el súper con varias cajas y botellas. Seguros de que contábamos con lo imprescindible al menos, para la expedición.
No nos habíamos sentado en la chata (la camioneta eh!) cuando rugió el VHF. Chicos, chicos, están las pizzas!!!!! Otra vez Laura nos malcriaba.
Llegamos al aposento de los Romero, y dimos cuenta de la inagotable cantidad de pizzas, tan finas como cinco de queso, que nuestra amiga había amasado. Departimos un rato, tomamos café y mate, más mate y terminamos la lista de cosas. Arreglamos para que a las 07:00 hs. Se tocara diana y cargásemos las cosas.
Nos fuimos a la casa del papá de Abel, que está totalmente deshabitada y a la venta. Cuando abrimos la puerta, el calor interior nos sobresaltó. Abel tenía la calefacción al mangaso, como decimos en la docta. Nos bañamos, charlamos un rato, tomamos otros mates y dormimos placenteramente.
Sobre la casita, debo decir que si no hubiere sabido el apellido de mi hermano/amigo Abel; les hubiere jugado a mis compinches una apuesta. Se parece más a la mansión Winchester, que a una modesta casa familiar. No es muy grande, como la mansión; pero tiene decenas de puertas por doquier. Claro que estas si van a un lado, al contrario de la majestuosa casa mencionada que solo el 2 % de las puertas conducen a otro lugar, el resto es para confundir los fantasmas de los muertos por las armas Winchester; que según la desafortunada viuda, venían en su búsqueda.
Dormimos a pata suelta varias horas, y a las 06:30 hs. Sonó el celular mío. Yo me quería afeitar, no sea que salga mal por radio!!!
Gustavo aprontó el mate y se hizo un tiempo para pasar por el WC al igual que su primo Roberto. Cuando todo estaba en orden, salimos rumbo a lo de Abel.
Al llegar, el amigo estaba mate en mano y con todo pronto para cargar. Nos hizo pasar porque Laura otra vez tenía el desayuno listo y posteriormente iniciamos el acomodamiento de las cosas.
Nuestro líder, había dejado a un lado varias cajas las cuales llevaría Juan cuando llegase desde baires. Yo husmee un poco y di conque las mismas contenían entre otras cosas; el vino. Eso me preocupaba, pero que podía decir. Donde manda capitán, no manda marinero.
Solo como al pasar y dado que quedaba lugar en la chata (ahora la había acomodado yoooooooo) dije como cantando… ¿Y si cargamos el vino? La respuesta contundente fue. NO, lo lleva Juan antes del mediodía.
Pero, pero… si pincha una goma, si le agarra un corte piquetero, si decide volverse porque extraña a sus hijos y a la adorable Paula (LU8EPA). Si tiene una contaminación interestelar y se muere en el camino, si lo llevan los platos voladores????
No, hazme caso, déjalo que lo lleva el JUANNNNNN!!!
Bueno…sniff, sniff, sniff
Laura nos despidió con gestos grandilocuentes; quizá porque nos quiere o quizá porque al fin les dejábamos solas a ella, a su hija y al precioso Agustín.
Mientras viajábamos a la base, hacía yo memoria de todo lo que cargué en la parte posterior de la chata. Esta esto, lo otro, la garrafa, los equipos, el disco, las antenas, las bolsas de dormir,… están los platos, la parrilla, los vasos, las tablas, también el salame y la bondiola. EL SALAME Y LA bondiola grite a toda voz casi como Plácido Domingo. Paren, paren, paren…
Gustavo clavó los frenos y me miro aturdido. Roberto preguntó ¿Qué te pasa viejito?
El salame y la bondiola dije, pálido y sin voz. Si está quédate tranquilo añadió Gustavo, yo los vi sobre el grupo y atrás del monitor. No no es eso, vocifere es que yo pregunto ¿con que vamos a comer eso? Eh!! Viejito puntualizó Roberto, con el pan que compramos ayer en el súper. No, ¿con que lo vamos a bajar por el garguero?
Ahhh!! Eso si que es un problema escuché decir a Gustavo a la vez que por radio le avisaba al jefe del craso error.
¿CÓMO? dijo el Abel. Sumario y baja al que no trajo el vino. Ejemm, ejemmmm, bueno, no importa lo lleva Juan!!!
Párate aquí señaló Roberto a un Gustavo que conducía frenético por las despobladas calles de Punta. Ahí hay un almacén.
Corriendo entró y corriendo salio, portando una botella y como dos kilos de pan.
¿Más pan, dijimos a dúo sus compañeros de viaje? ¿Qué? ¡Más pan radió Abel? Y el vinito.
Aquí está despreocúpese mi jefe. Misión cumplida.
Cuando eran las 10:10 hs. Del día viernes 14 de agosto de 2009, arribamos a la playa cercana a la Baliza Chica.
Tal como estaba previsto, el personal de la Infantería de Marina, ya tenía las carpas prestas a recibirnos y luchaba con los elementos naturales para erigir las dos destinadas a “transmisible”.
El equipo fiel a las normativas emanadas de la superioridad, inicio la descarga de la chata, que por designio del destino, estaba atorada con arena hasta el eje a unos cien metros de distancia. Gustavo venía bien, pero al llegar se empantanó. Yo le grite que colocara la 4X4 pero vergonzoso me dijo que el mando eléctrico no le respondía. Resulta que antes de salir vio la falla pero creyó que no sería imperioso su uso.
No te hagas drama Goti le gritó el Abel. Ahora la sacamos. Espera un rato que descarguemos.
Yo por las dudas en el primer viaje, arremetí contra el médano portando la caja con el salame, la bondiola y las bolsas de pan y vino.
Al rato y luego de 21 viajes en total, vaciamos la chata y los amigos infantes nos ayudaron a sacarla del atolladero. Dado que estaban de servicio, solo le convidamos Coca Cola. No va a hacer que les sancionen!!!!!
Para las 11:05 teníamos ya en el aire a la estación de 40 metros y Abel. Realizaba los primeros llamados. Continuamos empero, con la instalación de antenas y el acomodamiento del campamento. Hacía calor y las remeras salieron a relucir.
Cuando el reloj marcaba las 11:52 hs. La Almirante Laura dio un aviso que era esperado por todos. Juan estaba ya en su casa, contento y feliz de haber llegado bien. Se lavaría un poco, picaría algo y cuando ella terminara con las empanadas, nos llamaría para que le busquemos.
Mientras tanto y dado que no es su fuerte la electrónica, Gustavo se agenció del salame y la bondiola. Destapó el vinardo y brindó por su primera expedición y la incorporación al grupo. Se le reunieron Abel y Roberto, yo en cambio, lidiaba con un dipolo de 80 metros en lo alto del médano.
Cuando bajé deshidratado y famélico hasta el campamento, sector cocina, mi buen amigo Roberto esgrimió en su mano un vasito de vino y un sándwich. Te guardé un trago porque te quiero…! ¿Un trago solo? Dije sin entender. Bue, sucede viejito que es lo que estos dos te dejaron. Es lo que hay!!!! GLUP
Volvió a escucharse la voz de Laura que llamaba a la orden y Abel partió rumbo al pueblo en búsqueda de Juan.
Una hora y medio después, llegaron sonrientes y felices. Juan (LU7DJH) estaba desconocido. Se reía, nos abrazaba, repartía los saludos enviados por nuestra amiga Paula, etc. Yo, con un acento más prosaico le pregunté ¿Trajiste el vino? Más vale dijo mi otro hermano. Pero… che, me parece algo poco ¿viste?
Almorzamos empanadas como duques y charlamos de lo lindo un par de horas. Mientras tanto Abel concluía las instalaciones de digitales y yo, con el resto, armaba las estaciones de 20 y 80 metros.
Gustavo y Juan, conocedores de las necesidades propias de un LU; organizaron el dormitorio, las luces y volvieron a aprontar el mate. Al caer el sol, dos hermosas personas, inseparables y tan regocijadas como un niño ante juguetes; salieron a caminar. Roberto y Gustavo era la primera vez que visitaban el mar, no lo podían creer. Se fueron hasta la baliza y por sobre los médanos sacaron fotos de todo lo que encontraron.
AL regreso la cara de ambos, estaba distendida, armónica con la zona, feliz y por sobre todo apasionada.
Ya la noche llamaba a silencio cuando se escuchó un murmullo ensordecedor. Pronto me vi, atropellado por mis amigos. Che, gordito, deja un rato la radio y hazte la cena. Hace algo hace…!!
Yo, la cena, vos, como, la radio este, no, si bueno…
Llegué a la cocina y me encontré con el ayudante en jefe. Gustavo tenía un vasito de vino servido, y un sándwich preparado. Vos decime que necesitas y yo lo hago. Salud!!!
Charlamos un rato mientras calentaba el disco y cascaba una docena de huevos. En eso llegó Juan. ¡Que ruido che! Es imposible hablar. Salud!!!
En un santiamén preparé hamburguesas con huevo en sándwich coronadas con jamón y queso. El olor, cual moscas, trajo al resto del grupo. Nos acomodamos en la improvisada cocina y largamos. Luego llegó el café, más tarde los mates. Claro, ya nos habíamos acabado otras cuatro ¾ del buen Michel.
Con un tazón bien calentito de café, nos fuimos a las carpas a seguir con la radio. Manu (LU9ESD) un buen amigo, estaba ofuscado por la frecuencia. No podía creer que cenamos y tomamos. Él y su equipo en el Faro el Rincón, estaba a dieta macrobiótica. Nosotros tenemos diez litros de agua, sopas en sobre, mate y unas salchichas. Dijo casi llorando. La próxima vez voy con el ECO RADIO.
Mantuvimos las estaciones hasta las 02:30 hs de la madrugada. Luego se tocó silencio.
La noche parecía sacada de una novela. La luna y las estrellas se conjugaban en lo alto para acompañarnos, el mar con su suave susurro nos adormecía y hacía de nosotros seres extasiados, felices y agradecidos a Dios, al grupo y a los amigos.
Muchos compañeros del ECO RADIO se habían hecho presentes en la frecuencia para saludar, acompañar y para vigilar. Si, resulta que desde Punta Alta la Almirante Laura hacía escucha, so pretexto de preparar la comida de mañana. Desde la capi, Paula la Vicealmirante, preguntaba por su amor… solo porque los chicos querían oír al papi por radio ¡Andáaaaaa!. En el rincón sur del territorio cordobés, la Capitán de Fragata (Bety) rasguñaba las piedras, porque el pícaro de su marido la había dejado sin HF. Y como si fuera poco; también se olvidó el celular en la mesita de luz. ¡No me jodannnnnn! Pero como la amistad imperante en el grupo se imponía; Abel, Gustavo, Juan y yo, cedimos nuestros aparatitos para que la capitana controlase; perdón. Hablase con su amado Roby.
Doña Beba, la Capitán de Navío desde La Falda; hacía lo propio con su bebe, vale decir. YO. Y como si fuera poco; Lucía LU3EZH, Germán LU1MAR, Darío LU4MDC, Bernardo LU8BJS y otros integrantes de ECO RADIO como al pasar, se presentaban para ver si todo estaba bien.
A las 06:00 hs del sábado sonó mi celular. Me levanté y presuroso puse agua a calentar, me higienicé como para sacar las lagañas y rumbee hacia el generador. Toqué esto y lo otro, agarré la piolita y tire con fuerza. Algo se puso duro y mis dedos derechos alcanzaron a elongarse como los ojos de “la máscara”. Me dolía hasta la boca de la frenada que me pegó el equipo. Quise hacer otro intento y se me caía la mano, el brazo y el alma.
Prendí otra vez la linterna y busqué que podía llegar a ser el problema. Acaso este artilugio no me iba a ganar así porque si.
Dije una vieja frase en hebreo …kus shell a ima shell ja… y llorando salí para la carpa. No traduzco la frase por respeto a los niñitos. Sory!!!
Cuando daba la vuelta a la cocinita Abel, venía presuroso a ver que sucedía con tanto grito y lágrimas. Esta cosa de merd…. Dije al borde del nuevo llanto. No la puedo hacer girar.
Déjame ver. Mnn mmmm, si, mmmmmm, claro. Bueno, no se que le pasa.
Ah que bonito te queda. ¿Y ahora que hacemos? ¿Lo empujamos?
No, solo dale vuelta la manija de arriba, esta, señalo Gustavo que se había despertado por la avalancha de improperios y los gritos de dolor. Es que tiene un descompresor, ¿ves? Sino no lo moves. ¡Ah chocolate por la noticia!
Y se hizo la luz. A las 06:08 minutos las estaciones volvieron a recibir el límpido NOICE BLANC. No había ni el loro en la radio. No había!
Preparé dos café y mientras Abel hacía lo suyo en 40, yo arremetí en 80. Al rato luego del letargo, se inició la actividad con varios faros llamando y contestando y tantos otros colegas que nos buscaban.
Para las 08:15 todo el pelotón estaba de pié. Los desayunos listos y la radio a full. Cerca de las 09:10 hs. Llego un jeep de la fuerza con nuestro buen amigo el Cabo Ppal. Miguele quién junto a otro infante, también sub of. venían a ver, como habíamos pasado la noche. Tomaron unos mates, hicieron unas fotos y se fueron. Nosotros apagamos todo y salimos por la orilla del mar a caminar hasta la Baliza Chica. Nos separaban 1.200 metros caminando por la curva costa, pero solo 486 por el camino arenoso. Optamos por el agua.
Bandadas de flamencos nos daban la bienvenida y las gaviotas con los petreles; se alborotaban a nuestro paso. Vimos en la arena cercana al agua varias marcas y escritos, eran las señales de los primos, que como niños la noche anterior; dejaron a su paso. ¡Estos chicos!
Sacamos infinidades de fotos y nos volvimos a seguir transmitiendo. Según supimos, alguien tenía que ir hasta allí a sacar unas fotos y buscar las coordenadas; porque sino la Paula. Perdón, la amada esposa no le creía. No voy a nombrarlo porque sería un desatino ¿vio?
Por las dudas la llamó por te. desde la misma baliza y nos hizo gritar presente a todos. ¡Que cosa con estos viejos!
Otro pidió el celular para iden.!!! ¡Que cosa con estos jóvenes!!
Cuando llegamos al campamento y arrancamos Laura volvió a llamar. Nos censuró por la demora y pregunto que esperábamos para ir a buscar las cosas de la comida de hoy.
Allí salieron Abel y Juan rumbo a Punta Alta con la promesa de volver pronto.
Como Roberto y Gustavo estaban muy activos en la radio, y no habiendo nadie más para mandar, me arremangue y entré en la cocina. Disco al fuego, aceite, cebollas, ajíes morrones, tomates, y arroz. Con eso debía hacer el almuerzo.
Solo unos minutos después; escucho por VHF que los amigos volvían. Además, lo hacían con los calamares ya pre hervidos por Laura; en razón de que era muy tarde (para ese entonces las 14:45 hs). Cuando llegaron Juan y Abel, la pregunta primera fue. Che ¿compraron algún vinito de más?
Satamente mire Ud. dijo Juan. Le parece dos cajitas de Michel. Venga, traiga, dijo Gustavo y las perforo con el saca corcho.
Cando el reloj marcaba las 15:25 hs. Apagamos el generador y nos dispusimos, previa foto, a dar cuenta del manjar que esperaba sobre la hornalla.
Recién a la 17:23 hs. Iniciamos otra vez las transmisiones radiales. Pero la amistad incrementada, los lazos forjados, el cariño derramado en la mesa; no tenía precio.
Gustavo se apresuró a lavar los trastos, con Abel y Roberto, colocamos a unos 120 metros, entre dos farolas ya olvidadas; un moño de 40-20. Juan nos esperó a la vuelta con unos amargos bien cimarrones. Se levantó viento del sur sudeste y surgieron las camperas por un rato.
Con el sol ya escondido Juan y Gustavo hicieron un siestita. La del Goty fue cortísima, solo minutos; quería volver a ver el mar ahora de noche y con los barcos navegando en el canal de ingreso a puerto.
Juan apareció como a la hora, nuevamente con el mate y se ocupó de los 40 metros por un rato. Abel luchaba en 20 con los digitales, yo en 40 y Roberto en 80.
Cuando nos acercábamos a las 21:34 hs. Laura llama y dice que en media hora estarían listas las pizzas. Pizzas… puajhh, beeebbrrp. Más comida. No “sasina” (asesina).
Luchamos como diez minutos con Abel que a toda costa quería ir en búsqueda de las redondas masas. Solo con unos cuantos golpes y llaves de catch, pudimos detenerlo. ¿No vez que no nos entra nada más? ¡Claro dijo Roberto! Si hasta me salen tentáculos por,…por, bueno tentáculos vos sabes.
Juan, hombre mayor y el más responsable de todos nos. Sentencio. De ninguna manera, sería una locura que comiéramos algo más. No y NOOOOOOOOOO. He dicho.
Seguimos con la radio.
Como a la hora, Abel me grita desde la otra carpa. Che Léturi, no trajiste a Fernando para que vea las radios.
Ergo, pedía un ferneson con cocucha efervescente. Me encaminé cabizbajo a la cocina. Decía para mis adentros me muero, engordé hoy solo como treinta kilos. Chau régimen.
Cuando descorro el cortinado (si, porque si hacemos las cosas, las hacemos bien) me doy con dos mosaicos. El Juan y el Gustavo. Habían prendido la hornalla, tenían el agua tibia por si acaso y en la mesa; habían fusilado a tres Michel Torino. Medio salame y un cuarto de bondiola. Epa epa. Dije sin miramientos. NO era que estaban llenos. Si, dijo Juan, eso era hace como dos horas. Arrancamos con unos amargos, y nos dio hambre. ¿Está mal?
NO, que va estar mal. Pero podrían haber avisado ¿NO?
Lo que pasa es que estaban atareados con la radio argumentó Gustavo.
Llené el vaso de Abel con Fernando y lo llevé a la carpa. Le comente sobre nuestros amigos y se rió. A mi no me entra nada, dijo. A la vez que preguntaba si yo no tomaba nada. Metele a un Fernando, es digestivo.
Me senté ante el equipo y lancé un furibundo llamado. Desde las entrañas los calamares me estrangulaban. Luego de ahogarme dos veces recordé que mi padre decía lo mismo del fernet. Es digestivo. Así que volví a la cocina y me preparé uno. Los amigos estaban con el amargo nuevamente. Es para bajar todo Hetitorrrrr dijo Juancho.
Solo como a los 40 minutos, apareció Roberto que con el ocaso; se había tirado un ratito ¡Viejito! Le pasé la posta y volví a la cocina por más Fernando para los amigos y obviamente para mí.
Cerca de las 00:35 decidí irme a dormir un rato para agarrar la madrugada descansado. Juan, roncaba en la carpa de al lado y Gustavo estaba por el segundo sueño. Previo aviso de que debíamos tener combustible hasta las 05:35 más o menos.
No se que hubiera sido de nosotros sin el Tavo. Él ha sido nuestro jefe de mantenimiento y el encargado de la generación energética. No tuvimos fallas, no faltó suministro, no apagamos nada. Lo que se dice; una verdadera usina.
Entre sueños escuché el silencio pos apagado del grupo. También a Roberto y Abel que se saludaban y despedían. Luego la entrada de mi amigo a la carpa y su desmayo total entre las sábanas. Antes me dijo en automático…NO HAY NADA NI NADIE EN LA FCIA…¡VIEJITO!
Volvimos a levantarnos con Abel a las 06:00 hs. Pero esta vez, le gané de mano al generador. Creo que le sorprendí dormido porque al menor ruido; había arrancado.
Así, con un café calentito entre las manos; iniciamos Abel y yo la última jornada de la expedición.
Para las 07:30 todo el mundo estaba arriba y preparado para la arremetida final. Hicimos unos cuantos contactos más; hasta que la propagación se desapareció.
Abel y Gustavo, salieron raudos a eso de las 10:30 hs. Rumbo a Punta, donde la amabilísima Laura esperaba con el almuerzo de ese mediodía.
Yo deambule un poco por el monte y traje bastante leña; y Roberto llamaba y contestaba en 40 metros.
Juan, volvió a la baliza porque su GPS no había registrado las coordenadas y no podía volver sin ellas.
Al rato llegaron Abel, Laura y Gustavo. Junto con ellos el asado.
Cual pirómano, Gustavo en un santiamén había prendido el fuego con la ayuda de Roberto. En menos de lo que responde Batman la llamada de te. Del alcalde, juntos incineraron la tonelada de leña que teníamos acopiada.
Abel, previsor de que a la tarde se nos complicaría; sugirió que saquemos las antenas que no se usarían más. Así con arduo trabajo bajo el ardiente sol de agosto; Roberto, Abel y yo, desarmamos y bajamos no solo las antenas, sino lo mástiles de campaña. Gustavo, cual Dios VULCANO, quemaba leña mientras regaba todo con un vinito refrescado por hielo. Juan llamaba en 40 metros y Laura, luego de unos cuantos contactos; arremetió con la ensalada.
Mientras desarmábamos las partes del antenamiento, se me ocurrió mirar desde lo alto el campamento. En eso, la vi a Laura trajinar con un enorme recipiente de acero inoxidable. No podía darme cuenta de que se trataba; pero no por eso dejaba de observar.
Cuando bajé desde el médano trayendo cosas, le pregunte que era ese mamotreto; a lo que contestó que se trataba de la ensaladera. ¿Cómo que ensaladera? Dije asombrado. Eso parece un lavamanos que tenía mi abuelita. ¿Vos nos viste cara de conejos para comer tanta verdura?
Los cándidos ojos de mi amiga me adelantaron que la respuesta no sería sencilla de digerir. ¡Mira gordito hermoso! Dijo tratando de sonar amable. Si uds. cuatro se han comido lo que comieron y CHUPARON en esta expedición; no me vas a matar de hambre hoy, que recién pude venir a participar. Si no comen la verdura, a la noche hago croquetas. Se dio vuelta y por encima del hombro me pidió que le alcanzase el vinagre.
Gustavo ahumado como una trucha, dado que el viento remolinaba en su derredor; nos gritó el tiempo restante para el ataque. ¡En cinco minutos se larga! ¡Prepararse la tropa!
Aún estábamos enrollando los más de trescientos metros de coaxial que teníamos tendido, cuando otra vez el chef llamo a atención. ¡A comerrrrrrrrrrrr!
Bajamos más pronto que ligero desde lo alto del médano con mis compañeros y dejando las gorras a un lado, nos sentamos a la mesa. Juan, ya nos había llenado un vasito para cada uno a los efectos de realizar el brindis. Laura sirvió la ensalada y con ese acto; dimos por iniciado nuestra última comida en la expedición.
A los postres, casi dos horas después, Abel nos informó que había solicitado el permiso para que deambuláramos por dentro de la base a los efectos de conocer el museo y la plaza de emplazamientos de la batería histórica. Así que pese a nuestra reticencia nos envió a sacar fotos y conocer ese hermoso lugar.
Allá fuimos con Gustavo, Roberto y Juan, a conocer y descubrir tantas cosas las cuales, muchas veces; solo vemos en la tele.
Entre los cuatro, sacamos más de quinientas fotos, subimos bajamos, perdimos un par de lentes, posamos, criticamos el abandono impuesto desde hace muchos años por los gobiernos de turno a este valiosísimo material histórico. Y vimos un atardecer en las costas de una base militar.
Un ruido sordo nos alertó, cuando nos dimos cuenta un jeep militar pasaba raudo por las cercanías, saludando con beneplácito nuestro recorrido. Seguimos sacando fotos, criticando y disfrutando.
Roberto, siempre atento a los detalles, al rato se acordó de algo que nos hizo saber. ¡Che… estos pibes no serán los que van a buscar las carpas…! ¿Recuerdan que dijeron que venían a eso de las cuatro?
La única respuesta fue ¡Uyyyy cierto! La recorrida histórica, nos había subyugado tanto que ni cuenta nos dimos de la hora. Había tanto por ver, por conocer; que nos olvidamos.
Aproximadamente unos cuarenta minutos después de los infantes, llegamos al campamento. La zona parecía desértica. Laura tomaba mate, convidando a sus ocasionales visitantes y Abel, sentado en una silla con una mesita de campaña, anotaba uno tras otro sus últimos comunicados. Muy orondo estaba él haciendo radio en medio del medanal, despuntando el vicio de la comunicación; mientras llamaba de a ratos a los soldados para que escuchen el saludo de los corresponsales que, desde todo el país; con beneplácito agradecían los servicios prestados a nosotros. El Grupo ECO RADIO.
Minutos después de la llegada nuestra, los chicos subieron todo al jeep y partieron. Nosotros nos repartimos en dos grupos. Uno desarmaba las antenas restantes y el otro, comenzaba a cargar. Todo llevó algo más de una hora. Para entonces, las 17:45 hs. Marcaba la finalización de la expedición.
Con todo pronto para realizar el viaje de unos 30 km. hasta la casa de nuestros amigos; nos pusimos en marcha. Estábamos cerrando la tranquera cuando caigo en cuenta de que faltaba Roberto. Preocupado le inquirí a nuestro líder, sobre él. La respuesta fue… necesitaba ir al baño…
Pasaron más de 15 minutos y el amigo no volvía. Preocupados con Gustavo, hicimos mención que quizá le había pasado algo, que se habría descompuesto o que se yo. No pasa nada dijo Abel. Está bien.
Cuando la espera llegó a la media hora, me bajé como pude de entre las cosas en la chata y volví a preguntar por él. En eso llegó bastante colorado y muy transpirado.
Perdonen la demora, dijo casi sin aliento. Es que se me hizo medio difícil volver corriendo por la arena. Con Gustavo nos miramos azorados. Tuviste que volver ¿desde donde? Acaso ¿no fuiste al baño?
Nooooooooo, dijo Roberto, que baño. Ahora voy al baño de la casa cuando lleguemos. Fui hasta la baliza. Me había olvidado ayer, una bolsita con conchas de caracolas que junté para mi media naranja. ¡Glup!
Que podíamos decir… El amor tiene facetas irreconocibles aún, en personajes como mi hermano Roberto.
Salimos prestos y gustosos de la zona, pero cumpliendo la ley de Murphy, algo teníamos que olvidarnos.
Cuando el puesto de control estaba ya a la vista, Roberto desde atrás, sentado sobre cientos de cosas, nos informó que “¡No tengo los lentes!” Perdí los anteojos.
Yo me di vuelta y solo atiné a lamentarme por la caminata que debería hacer antes de que el mar, se llevase de la playa ese elemento.
Me parece que los dejaste en el museo, dijo Gustavo pensativo. Dando media vuelta y retomando el largo camino a la baliza.
Cuando llegamos a la zona del museo, paró y nuestro amigo, luego de correr aliviado solo cien metros, regresó con sus anteojos; muy sonriente y agradeciendo la amabilidad de haber vuelto.
Poco más de las 19:30 hs. Marcaba el reloj, cuando pusimos pie a tierra en la casa de Abel y Laura. Misión cumplida.
Ahora, llegaría el momento de las críticas, los números y el balance final de todo lo realizado.
Bajamos todos los elementos de la chata y nos fuimos a la casa del abuelo a bañarnos. No sería honesto entrar a la morada de nuestros amigos con esa facha y… esos olores.
Otra vez la casa, aunque vacía y sola, nos esperaba calentita, ya que Abel se había encargado de volver a encender los calefactores al mediodía.
Nos turnamos rápidamente para el baño. Y mientras tanto, tomamos mate, hablamos por cel. Y dormitamos un rato. A las 21:30 hs. Le avisamos a nuestra buena Laura que salíamos para allá.
Cuando llegamos hasta el pequeño Agustín estaba bañadito y perfumado. Las pizzas en cantidad incontable, chirriaba en la mesada. La mesa estaba lista y nosotros hambrientos.
Luego de la llamada a la mesa, atacamos esos manjares. Una por el hambre, otra por la bronca de no haberlos comido el sábado. A los postres, se impuso la charla.
Abel como nuestro líder llamó a decir lo bueno y lo malo de esa experiencia. Así que cada uno dispuso de su tiempo para poder extenderse en los comentarios.
Unas dos horas después; volvió a preguntar ¿Qué vieron o hicimos mal? A lo que Juan respondió unificando criterios NADA. Vinimos y nos vamos aún más felices; que podemos pedir. Comimos, tomamos, nos divertimos, hablamos por radio, nos reímos, comimos, tomamos, la pasamos bien. Comimos, tomamos, ¿Qué más se puede pedir?
Y realmente ha sido así. Sería y seríamos más que injustos pedir otra cosa. Máxime teniendo en cuenta como está el país en este momento.
Ya entrada la madrugada y con varios mates en el haber; nos retiramos a nuestros aposentos a dormir.
A las 08:30 hs. Volvimos a levantarnos y rumbeamos luego de acomodar la casa, en búsqueda de nuestras cosas. Pero Abel, nos tenía reservada una nueva sorpresa.
Dado que era feriado y podíamos viajar a la tarde y aún llegar a tiempo a nuestras casas; nos invitó a recorrer la zona portuaria militar de la Base Naval de Puerto Belgrano. Así, casi sin quererlo y con un guía de lujo; pudimos conocer un lugar al cual no muchos pueden ingresar. Allí, las históricas naves de guerra se mostraban guardianas y atentas, los cormoranes, las gaviotas y los petreles; protestaban a nuestro paso. El mar, en su incansable ir y venir traía los recuerdos de otros momentos en los cuales ésta zona, bullía con los sonidos de los aprestos, las órdenes y las salutaciones de rigor.
Ya pasado el mediodía y felices de lo vivido, regresamos a cargar nuestros petates.
Carguen todo, no se olviden nada, dijo Laura con un Agustín en brazos algo triste; quizá por nuestra partida. Luego vamos a comer.
NOOOOOOO, eso si que no dijimos a dúo los tres cordobeses, aunque el grito sonó poco convincente. Nosotros nos vamos ya, así no nos agarra modorra.
Que modorra y ocho cuartos. Uds. primero comen y luego se van. Eso es todo. A la mesa. ¡Ahhhhh, nadie toma vino! Tienen que manejar.
Mientras nos ubicábamos en la mesa, Juan por radio desde su camioneta, nos daba datos de por donde se hallada. Él había salido con el fresco de la mañana, rumbo a la capi. No quería manejar de noche.
¡Que lástima Juan, te perdiste las pizzas!
Cuando entre lágrimas iniciamos los saludos, arribó otro amigo, integrante también él del grupo LU8EWZ Sergio Zanni, quién originalmente era parte de la expedición; pero problemas laborales y familiares a última hora se lo impidieron. Quería él saludarnos y conocernos, estar un rato con nosotros.
La charla nuevamente se impuso y mientras tanto, calentamos agua, agarramos algunas masitas, repartimos besotes a Agustín y agradecimos efusivamente a los Romero.
A las 15:17 hs. Dejamos la casa de nuestros hermanos en Punta Alta. Y a los tres se nos escaparon algunos lagrimones. Habíamos gozado a más no poder, fuimos receptores de respeto, cariño, amistad, amor y dichosos “disfrutadores” de la cordialidad y hospitalidad de estos amigos, camaradas y compañeros de aventuras.
Si pudimos llevar adelante esta expedición, fue por la desinteresada participación de este grupo humano. Pero estar lejos de casa y sentirse como en ella; no es poca cosa.
No podré y creo tampoco lo podrán agradecer mis compañeros; las atenciones y el cariño. Realmente son Uds. únicos, estamos en deuda total con cada uno. Gracias Laura, Gracias Abel, Gracias Anabella, Gracias Agustín.
Luego de pasar por el Puerto de Ing. Wite y sacar otras fotos, partimos por ruta 33 hacia nuestra Córdoba. Eran entonces las 17:30 hs. Y teníamos por delante unas siete horas de viaje.
No voy a contar el regreso y menos la nueva despedida de nosotros tres; pero se impone para aquellos que no creen en estas realizaciones. Que les comente algo que nos llena de orgullo y que permite volver a decir nuevamente MISIÓN CUMPLIDA.
Ya teníamos unas cuatro horas de marcha y los mates se estaban apoderando de nuestras manos. En eso, Gustavo rompe el silencio y dice algo que, tanto a mí como a Roberto nos heló la sangre.
¿Saben lo que pienso yo, de estas “jodidas” expediciones?
NnnnnnnnOoooooooooooooo, dijimos atajando el golpe.
Son realmente maravillosas. Yo nunca había pensado pasarla tan bien y con gente macanuda como todos Uds.
¡Cuéntenme para otra! ¿Saben? Y es más. SI alguno sabe de algún “equipito” me avisa, quiero salir en frecuencia para compartir esta experiencia y que otros se sumen.
Ehhhhh!!! Claro amigo, como no le vamos a contar su Ud. es parte del grupo. Del Grupo ECO RADIO.

Gracias Gustavo LU3HGA, Gracias Roberto LU7HBL. Gracias por la confianza, gracias por el cariño, gracias por los buenos momentos y por sobre todo. Gracias muy grande, por vuestra amistad.

Bueno, bueno. Así termina esta historia. Así, como inició, con palabras. Quiera el buen Dios que los que accedan a leer este documento puedan un día disfrutar de las mismas experiencias y sensaciones. Les aseguro que no volverán a quedarse afuera, cuando se vuelva a organizar otra.
¿Saben porqué? Porque esta es la esencia de nuestro grupo.
El Grupo Expedicionario de Radioaficionados ECO RADIO


En la ciudad de La Falda, Córdoba Argentina, a los 26 días del mes de agosto de 2009


Héctor Oscar Cousillas
LU3HKA