Mi orgullo personal!

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jueves, 12 de marzo de 2009

Mi primer encuentro con un equipo de radio

Desde chico me gustaron las actividades donde existiesen cosas de mecánica, de electricidad y todo eso que creara en mi una salvaje e irresistible ganas de probarlo.
Mi padre, Rodolfo, era mecánico de máquinas en una empresa gigante; de esas que ya no hay. Por lo que siempre he tenido en casa miles de cosas con las cuales jugar y hacer chiquilladas. Desde los más variados elementos (tornillos, cables, "fierros", soldadores, caños, tuercas, etc.) hasta las herramientas mejor mantenidas de la comarca.
Para mi padre, las herramientas eran una cosa seria; por lo que si con mi hermano Ruben (4Z5FI) se nos daba por hacer esas cositas de chicos, lo primero tenía que ser, necesariamente, cuidar, proteger y volver a guardar todo, luego de los juegos.
Como no podía faltar en una buena familia, mi abuelo Angel también era fierrero, por lo que en su pequeño taller de reparaciones de bicicletas, yo la pasaba muy bien. Siempre encontraba allí alguna cosa, un cachivache, no se, algo con que pasar las tardes herramientas en mano.
Obviamente, cuando salí de la primaria no podía ni imaginar que mi futuro no fuere otro que una escuela técnica. Por eso en 1977, llegué a la Escuela de Educación Técnica Nº 10 "República de Italia" de la ciudad de Villa Elisa, partido de La Plata en el sur de Buenos Aires.
Pronto encontré el rumbo, dado que como uno de los cinco mejores alumnos de la escuela, siempre alguien me encontraba algo para hacer. Carpintería, Hojalatería, Electricidad, Mecánica, todo me venía bien y colaboré entonces con las tareas propias de una escuela en formación.
Tanto desarmaba autos viejos para el taller, tanto hacía todos los techos del cielo raso, o me jugaba la vida bajo la tutela del profesor Tesari ante un tablero de conexionado eléctrico.
Así pasaron los años y un día me decidí por la electrónica. No se, había en ese taller cosas que me atrapan y me hacían sentir cómodo. Muchas veces había ido allí a buscar a tal o cual profesor y los ojitos se me enloquecían.
Cuando llegamos a cuarto año, el profesor Francisco Rivero (ingeniero para muchos pero sin título) LU5DZT nos dio la bienvenida en el taller de mi sueño.
Todo era hermoso, todo nuevo, todo con lucesitas y ese característico olor a componentes electrónicos de muchos años.
Pronto pusimos las manos a trabajar y fuimos uniendo resistencias, capacitores, diodos, transistores y cuanto material encontráramos en el depósito.
Pero un día, ah... un día pasó algo muy raro.
Unos amigos y yo llegábamos muy temprano por razones de transporte, así que estábamos encomendados a prender las estufas, a preparar el mate y encender los osciloscopios y otros elementos. Pero Dios nos tenía guardada esa mañana una sorpresa increible. Había en medio de la sala tres o cuatro equipos que no sabíamos definir. No nos dábamos cuenta para que se usarían y por que razón Rivero, los había llevado al cole.
Nos miramos atónitos y tratamos con nuestra ignorancia de dilucidar para que cuernos servían. Pero, luego de algunos gruesos epítetos, de risas socarronas y miles de consultas, nos dimos por vencidos.
Poco rato después llegó el profesor y nos encontró a los cuatro adorando los aparatitos. Bueno, tan aparatitos no eran, dado que dos de ellos ocupaban una gran mesa, eran de color oscuro y decían Colins o algo por el estilo. Nuestro magro ingles nos permitió entender que uno era transmisor y el otro receptor (nunca supimos porqué la profesora Ms. Funes no nos daba algo de ingles técnico).
En otra repisa, un aparatito pequeño y parecido a un reproductor de magacines, ostentaba la marca Yaesu. Al lado una cosa negrita y con una antenita también decía lo mismo, pero además FT 203. Tanto nombre para un adminículo del tamaño de una zapatilla flecha. Seguro no era algo bueno.
Rivero nos dijo que esas cosas eran equipos de radio. Él era radioaficionado y los traía para que viésemos como se hablaba. Además, los teníamos que reparar.
Cuando los restantes compañeros llegaron, nos pusimos a desarmar el ¡coso ese!. El profesor dijo algo que temía desde el comienzo. Si Héctor se ceba unos mayes buenos, como siempre, hablamos por radio.
Todos me miraron y con ganas de comerme guiñaron el ojo.
Al rato un espumoso mate amargo en un poronguito, estaba en las manos de Don Rivero. Él entonces, prendió el artilugio y de la nada comenzamos a oir un ruido raro y palabras ininteligibles. Un retoque con varios botoncitos y al rato, todos estábamos con la boca abierta y embobados escuchando.
Tres personas estaban al habla. Un Paraguayo, un chaqueño y uno de muy lejos. EE.UU. Dijo entonces el profesor, es la banda de cuarenta metros, y con ella podemos hablar con el mundo. Escuchó un rato y luego dijo ...permiso de LU5DZT. Al momento entre los colegas que hablaban, se armó un revuelo. Che, mirá quién llegó!!!! ¿Cómo, no trabaja hoy o se hizo la rata? Déjenlo hablar pobrecito que está viejo y aburrido!!!
Nosotros no dábamos crédito a lo que escuchábamos. Todo el mundo parecía conocerle.
Pasados los primeros minutos nos invitó a que cada uno se presentara y hablara. Solo cuatro de los casi veinte que estábamos en la sala, nos animamos. Nos preguntaron los nombres, la edad, que hacíamos, si conocíamos el hobby y que se yo cuantas cosas más.
Pero, como quién no quiere la cosa, sonó el timbre de salida.
Nos prometió entonces el profesor Rivero, otro día volver a charlar.
Ese fue mi primer encuentro con la radio

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